Un paseo por Roma

Por Paco Bellido, el 15 diciembre, 2020. Categoría(s): Destinos astronómicos • Historia ✎ 7

En este breve paseo encontraremos varios lugares, como el Collegio Romano, que han tenido un papel destacado en la historia de la Astronomía.

Empezamos nuestro recorrido en la Piazza Venecia. A nuestra espalda dejamos el Altar de la Patria, el enorme monumento dedicado a Víctor Manuel II al que los romanos llaman burlonamente “la máquina de escribir”. Entramos en la Vía del Corso, la gran avenida de algo más de kilómetro y medio que desemboca en la Piazza del Popolo. Tras pasar por la magnífica galería Doria Pamphilj y la iglesia de Santa María in Via Lata, que mantiene el nombre medieval de la antigua vía romana, doblamos a la izquierda y terminamos en la plazoleta del Collegio Romano.

Recorrido propuesto
Recorrido propuesto. Mapa: Google Maps

EL COLLEGIO ROMANO

La plaza toma su nombre de la institución donde tuvo su sede la orden jesuita entre 1584 y 1870. El edificio principal, diseñado por el arquitecto florentino Bartolomeo Ammannati, alberga actualmente el liceo clásico  Ennio Quirino Visconti. En otro tiempo aquí tuvieron lugar las discusiones astronómicas más importantes del momento. Los protagonistas fueron nombres tan conocidos como Clavius, Galileo, Grassi o Athanasius Kircher.

Vista actual de la fachada del Collegio Romano
Vista actual de la fachada del Collegio Romano. Foto: Paco Bellido

El alemán Christophorus Clavius, de quien toma su nombre uno de los cráteres más cinematográficos de la Luna, llegó a Roma en 1560 con 23 años. En poco tiempo se convirtió en una de las figuras científicas más deslumbrantes de su época. Tradujo al latín los Elementos de Euclides, un discípulo suyo, Mateo Ricci los traduciría a su vez al chino, poniendo la geometría euclidiana al alcance de los sabios del Lejano Oriente. Gregorio XIII le confía a Clavius un importante papel técnico y político en la Comisión para la Reforma del Calendario.

El padre Clavius otorga una enorme importancia al estudio de las matemáticas, durante casi 50 años es profesor de esta materia en el Collegio Romano. También enseña geometría, dos de sus obras, Opera Mathematica y Geometría Práctica están dedicadas a esta disciplina. Asimismo escribe varios tratados astronómicos: Gnomonices Libri VIII, un enorme volumen dedicado a la medición del tiempo y los relojes de sol; De spheris, un comentario a la obra de Sacrobosco que fue uno de sus libros más influyentes y estudiados; Triangula Spherica y Astrolabium, donde aborda las distancias entre los astros.

Patio del Collegio Romano
Patio del Collegio Romano. Foto: Paco Bellido

A finales del siglo XVI el debate sobre los sistemas cosmológicos empieza a ser un tema candente en círculos astronómicos. El modelo copernicano permite explicar con más sencillez algunos de los fenómenos que se observan en el cielo. Clavius siempre ha puesto el pensamiento por delante de la fe, pero no ve la necesidad de dudar de la Biblia que en el libro de Josué dice que el Sol se detuvo y en el salmo 93:1 afirma “Tú has fijado la Tierra firme e inmóvil”. Pero, además, hay algunas cuestiones que el sistema de Copérnico no explica. Si es la Tierra la que se mueve, ¿cómo es posible que una piedra lanzada verticalmente caiga en el mismo sitio? En el tiempo que la piedra sube y baja, la Tierra se ha desplazado y la piedra debería caer a cierta distancia del punto de lanzamiento. Esta era la naturaleza de las discusiones de la época.

Clavius mantuvo una intensa y cordial correspondencia durante años con Galileo, desde su primer encuentro en 1587, cuando el jesuita era un respetado profesor de cincuenta años y Galileo un joven de 23 años que llega a Roma después de proponer su candidatura para la cátedra de matemáticas de la Universidad de Bolonia. Clavius, defensor acérrimo del modelo geocéntrico, acepta los descubrimientos de Galileo: la existencia de lunas en Júpiter y de montañas en la Luna. Sin embargo, no está de acuerdo con la interpretación del astrónomo pisano pese a haber comprobado por sí mismo al telescopio la realidad de los hallazgos. Los nuevos descubrimientos hacían peligrar todo el edificio del pensamiento aristotélico, los cielos ya no parecían un lugar inmutable e incorruptible que la ciencia de la época aceptaba sin la menor duda.

El cráter Clavius
El cráter Clavius. Foto: Paco Bellido

En marzo de 1611 Clavius recibe a Galileo en el Collegio Romano. Tras la cálida acogida que le dispensan durante esta visita, las relaciones con los jesuitas se harán muy difíciles en los años siguientes. En 1613 mantiene un encendido debate en torno a las manchas solares con el jesuita alemán Christopher Scheiner. La publicación del Il saggiatore en 1623, donde ridiculiza las opiniones del jesuita Horazio Grassi, con quien había entablado acaloradas discusiones sobre la naturaleza de los cometas, abona el clima de tensión. La situación se verá agravada unos años después por las distintas facciones que se enfrentan en la Guerra de los Treinta Años y que acusan al papa de traicionar la causa católica en Europa. El papa Urbano VIII, a quien Galileo consideraba su principal valedor, a la postre no se pondrá de su lado. La situación se complica tanto que diez años después terminará con la famosa condena por parte de la Iglesia Católica.

EL OBSERVATORIO DEL COLLEGIO ROMANO

El prolífico astrónomo jesuita de origen dálmata Ruđer Bošković (1711-1787), uno de los fundadores del Observatorio de Brera de Milán,  fue el primero en proponer la instalación de un telescopio sobre el techo de la iglesia de Sant’Ignazio de Roma, templo que formaba parte del complejo arquitectónico del Collegio Romano. La cúpula de la iglesia no llegó nunca a construirse, desde el interior se puede ver una falsa cúpula en trampantojo, obra maestra del ilusionismo barroco ejecutada magníficamente por el pintor y jesuita Andrea Pozzo.

La idea de Boscovich, sin embargo, no tuvo acogida y finalmente los telescopios se montaron en la Torre Calandrelli, una pequeña torre situada en la azotea del Collegio Romano que toma su nombre de Giuseppe Calandrelli (fundador del observatorio astronómico del Collegio, en 1787). En 1852, el padre Angelo Secchi (1818-1878), uno de los astrónomos más prestigiosos del momento y precursor de la clasificación estelar, retomó el proyecto de montar un telescopio sobre la cúpula de la iglesia cuando surgió la ocasión de instalar un instrumento de grandes dimensiones. Los cuatro sólidos pilares que sustentan la cúpula del proyecto original eran el soporte idóneo para una montura ecuatorial, con la ayuda económica del papa Pío IX y del ingeniero Angelo Vescovali se instaló una cúpula.

La torre Calandrelli en la actualidad
La torre Calandrelli en la actualidad. Foto: Paco Bellido

Gracias a la herencia obtenida por uno de los asistentes de Secchi, el padre Paolo Rosa, de la familia de los condes Rosa Antonisi, el 25 de octubre de 1854 se instaló un refractor acromático Merz de 24,4 cm de apertura y 433 cm de distancia focal, el mayor telescopio de Italia en su tiempo. La fructífera colaboración entre el ingenioso padre Secchi y el fabricante Merz, sucesor de Fraunhofer, se tradujo en una serie de innovaciones técnicas y en la fabricación de nuevos aparatos; pero no acabó aquí la ayuda de Secchi, buena parte del éxito de los telescopios Merz se debió a la buena publicidad que el prestigioso astrónomo siempre les brindó y que implicó la instalación de equipos de esta marca en observatorios de todo el mundo. Se conservan un buen número de cartas entre Merz y Secchi, algunas con consejos llamativos. A la pregunta de Secchi sobre el tratamiento idóneo para limpiar las manchas que la lluvia había dejado sobre el objetivo del refractor, Merz aconseja limpiarlas con una mezcla de saliva y tiza (yeso).

El gran refractor del Collegio Romano
El gran refractor del Collegio Romano. Fuente: archivos del INAF-OAR

Los instrumentos instalados anteriormente en la Torre Calandrelli encontraron nueva ubicación en el observatorio. En la colina del Pincio, a 1236 metros de distancia, se instaló una mira para ajustar el círculo meridiano Ertel. Esta mira sigue actualmente en el mismo lugar junto a la entrada de la Casina Valadier, sobre ella hay un busto del padre Secchi.

Busto de Angelo Secchi en el Monte Pincio
Busto de Angelo Secchi en el Monte Pincio, se puede ver la cuadrícula utilizada para calibrar el círculo meridiano. Fuente: Wikimedia Commons

Secchi, dada su formación como físico, planteó un enfoque multidisciplinar a su observatorio. En el Collegio Romano se realizaban estudios astronómicos (principalmente de estrellas dobles, cometas y planetas), meteorológicos y geomagnéticos. Aunque los estudios meteorológicos eran habituales en los observatorios astronómicos con fines prácticos, por ejemplo para las correcciones de la refracción atmosférica, Secchi utilizó los datos para buscar correlaciones entre el tiempo meteorológico y las manchas solares, la frecuencia de los terremotos o las auroras boreales. A tal efecto, la Torre Calandrelli se mantuvo como observatorio meteorológico.

La física solar fue otra de las materias a las que dedicó su tiempo, dándose cuenta de la importancia de los eclipses totales para el estudio directo y espectroscópico de los fenómenos solares. El 18 de julio de 1860 observó un eclipse total desde Castellón de la Plana, donde obtuvo fotografías de la corona solar que comparó con las conseguidas por Warren de la Rue desde Rivabellosa (Álava). La comparación permitió determinar, sin lugar a dudas, que las protuberancias solares eran reales, no efectos ópticos, y que la corona formaba parte de las «atmósfera» solar. Sus estudios solares están recopilados en Le Soleil, posiblemente el libro más importante dedicado al astro rey de todo el siglo XIX.

Vista desde la azotea del Observatorio del Collegio Romano
Vista desde la azotea del Observatorio del Collegio Romano. Crédito: Wikimedia Commons

Otro campo destacado fueron los estudios espectroscópicos realizados con el telescopio Merz, con el que Secchi realizó una clasificación que constituye el punto de partida de todos los estudios posteriores de análisis de espectros estelares.

El refractor Merz estuvo en funcionamiento hasta 1889, cuando fue reemplazado por un refractor de 40 cm y 500 cm de focal fabricado por Steinheil y Cavignato. El nuevo director, Pietro Tacchini, gran observador del Sol, se llevó el telescopio Merz a la colección del Museo Astronómico y Copernicano donde estuvo en exposición hasta los años cincuenta del pasado siglo.

El telescopio Merz del Collegio Romano expuesto en el Museo Astronomico e Copernicano
El telescopio Merz del Collegio Romano expuesto en el Museo Astronomico e Copernicano en Villa Mellini en los años 30 del pasado siglo. Fuente: archivos del INAF-OAR

Tras el desmantelamiento del observatorio del Collegio Romano, Giuseppe Armellini (1887-1958), director del Observatorio de Roma, tomó la decisión de volver a utilizar los telescopios Merz y Steinheil-Cavignato. La noche del 15 de julio de 1958 un incendio destruyó los dos telescopios. Al día siguiente Armellini murió víctima de un ataque al corazón a resultas del tremendo disgusto que le causó esta pérdida.

Quienes hayan visitado Roma es probable que hayan escuchado un cañonazo a las doce de la mañana. El cañón de mediodía actualmente se encuentra en la colina dedicada al dios Jano, el Janículo, no muy lejos de Embajada de España y de la preciosa Fontana dell’Acqua Paola. En otro tiempo, el cañón del mediodía estaba en el Castel Sant’Angelo y la señal para el disparo se hacía mediante una bandera en el Collegio Romano, organismo oficial encargado de la hora. El objetivo era que las campanas de las iglesias romanas anunciaran el mediodía al unísono.

El cañón del mediodía en el Janículo
El cañón del mediodía en el Janículo.

A la espalda del Collegio Romano encontramos una de las joyas artísticas de la ciudad. La iglesia de San Ignazio es, tras Il Gesú, la segunda iglesia más grande de la orden jesuita. El templo fue diseñado por Horazio Grassi, quien se dedicaba a la arquitectura además de a las matemáticas y la astronomía. Contemplar la magnífica Apoteosis de San Ignacio, obra maestra del ilusionismo de Andrea Pozzo, justifica más que de sobra la visita. Pero, al aficionado a la astronomía no le pasará desapercibida la tumba que se expone en una de las capillas de la nave de la epístola. San Roberto Bellarmino S.J., además de santo y doctor de la Iglesia católica, fue uno de los inquisidores encargados del proceso contra Giordano Bruno y del primer juicio contra Galileo Galilei en 1616. Bellarmino solicitó al Collegio Romano un detallado informe sobre los descubrimientos galileanos que le llevará a amonestar al astrónomo.

Momia de Roberto Bellarmino
Momia de Roberto Bellarmino. Foto: Paco Bellido

SANTA MARIA SOPRA MINERVA

A pocos pasos de la iglesia de San Ignazio llegamos a la Piazza della Minerva, dominada un obelisco egipcio montado sobre un elefante diseñado por Bernini. Aquí encontramos la preciosa iglesia de Santa Maria sopra Minerva, la única de estilo gótico de la ciudad eterna. Se encuentra instalada, a pesar de lo que indica su nombre, sobre un antiguo templo dedicado a la diosa Isis, atribuido erróneamente a Minerva durante años. De hecho, el obelisco apareció precisamente en un jardín del convento.

Plaza de Santa Maria sopra Minerva
Plaza de Santa Maria sopra Minerva. Foto: Paco Bellido

La iglesia pertenece a la orden de los Dominicos, cuya sede central, el generalato, se encontraba en el edificio colindante de la izquierda. El enfoque que los dominicos hacen de la ciencia no tiene nada que ver con el de los jesuitas. Tras el Concilio de Trento, siguen estrictamente la filosofía escolástica-aristotélica, por su parte los jesuitas se esfuerzan por armonizar los nuevos descubrimientos con las enseñanzas reveladas por las Escrituras.

En este lugar se encontraba también el aparato administrativo de la Inquisición y fue precisamente aquí donde tuvo lugar el famoso segundo juicio y condena de Galileo en 1633 por no seguir las recomendaciones que se le hicieron en 1616 que le conminaban a considerar la teoría heliocéntrica solo como un modelo matemático sin base real. Tras el juicio, Galileo mantuvo arresto domiciliario hasta su muerte en 1642 en su villa de Arcetri en Florencia.

PANTEÓN

Nuestro corto paseo termina en la plaza de la Rotonda donde se alza el magnífico Panteón de Agripa, el edificio de época romana mejor conservado de toda Roma. El Panteón ha tenido una influencia enorme en la arquitectura y, por ello, ha sido muy estudiado desde antiguo. A pesar de que sus dimensiones y su construcción han sido analizadas con detalle, se sabe poco de su finalidad. Robert Hannah y Giulio Magli, expertos en arqueoastronomía, han planteado que su uso está íntimamente relacionado con los movimientos del Sol y el culto al emperador divinizado.

El Panteón de Agripa
El Panteón de Agripa. Foto: Paco Bellido

La inscripción del exterior nos indica que el mandante de la obra fue Marco Agripa, yerno del emperador Augusto, quien en el año 27 a. C. encargó un edificio rectangular dedicado a los dioses de los planetas, sobre todo a Marte y Venus, divinidades protectoras de la dinastía Julio-Claudia. La forma perfectamente hemisférica de la cúpula alude a la bóveda celeste con un óculo central para el Sol. El historiador romano del siglo I Dion Casio opinaba que el nombre del edificio derivaba precisamente de esta analogía celeste. Al entrar llama la atención la completa armonía del conjunto, una sensación que obedece a que la altura del templo coincide con su diámetro. En el interior del Panteón cabe perfectamente una esfera de 43 metros de diámetro.

El óculo del Panteón
El óculo del Panteón. Foto: Paco Bellido

Durante la entrada del emperador al templo el 21 de abril, fecha de la fundación de Roma, un rayo de luz procedente del óculo incidía directamente sobre la puerta de entrada. El edificio parece estar orientado a propósito para conseguir este efecto luminoso con el que se conseguía una hierofanía, es decir, una manifestación visible de lo sagrado. Para apoyar esta idea, los autores del estudio apuntan a otros edificios romanos en los que también existe una clara orientación astronómica, por ejemplo la Domus Aurea de Nerón, el Ara Pacis o el Mausoleo de Augusto.

Esquema de la entrada de la luz solar el 21 de abril
Esquema de la entrada de la luz solar el 21 de abril. Tomado de Hannah y Magli

BIBLIOGRAFÍA

BUONANNO, Roberto. Il cielo sopra Roma. I luoghi dell’astronomía. Springer-Verlag Italia, Milán, 2008.

CHINNICI, Ileana (Ed.) Merz Telescopes. A Global Heritage Worth Preserving. Springer, 2017.

VV. AA. Astrum 2009. Astronomy and Instruments. Italian Heritage Four Hundreds Years after Galileo. Edizioni Musei Vaticani, 2009.

HANNAH, Robert y MAGLI, Giulio. The role of the sun in the Pantheon’s design and meaning. Numen. Volumen 58, nº 4, 2011 , pp. 486-513.



7 Comentarios

  1. La afirmación de que hubo un «juicio contra Galileo Galilei en 1616» no es correcta. Lo que ocurrió en 1616 fue que la Iglesia católica, cuya lectura fundamentalista de la Biblia presuponía que el geocentrismo tenía que ser verdadero, decidió condenar oficialmente la teoría de Copérnico para así cerrar definitivamente la boca a todos los heliocentristas. El decreto anticopernicano de 1616 no iba dirigido específicamente contra Galileo sino contra cualquiera que osara defender el movimiento de la Tierra.

  2. Tradicionalmente se conoce como primer juicio de Galileo al encuentro relativamente cordial entre Galileo y la Inquisición en 1616. Las deliberaciones del Tribunal de la Inquisición tenían la consideración de juicio. En este caso la Iglesia reunió a un grupo de teólogos para determinar las implicaciones teológicas de la propuesta heliocéntrica y si tenía visos de ser herética.

    1. Dice la Wikipedia: «el Papa Pablo V ordenó a Belarmino que entregara este resultado [el dictamen anticopernicano de los teólogos] a Galileo y le ordenara que abandonara las opiniones copernicanas».

      En los libros que he leído ese episodio siempre es denominado «advertencia» (o «admonición», u «orden») de Belarmino a Galileo, nunca «juicio contra Galileo». Porque una cosa es recibir una mera orden y otra muy distinta ser tratado como presunto reo de delito finalmente condenado.
      Dado que a principios de 1616 el copernicanismo aún no había sido condenado oficialmente por la Iglesia católica, defender el copernicanismo no podía constituir delito, y por tanto hablar de un «juicio contra Galileo en 1616» carece de sentido. En cambio, lo que padeció Galileo en 1633 sí que fue un auténtico «juicio», con interrogatorios bajo amenazas de tortura física y con una sentencia de prisión que más tarde le fue conmutada por arresto domiciliario perpetuo.

  3. Un gran blog, una pena que lo dejes, y como dice Juan Antonio esperemos que sea un punto y seguido. Entiendo el enorme esfuerzo en mantener vivo un blog, de hecho el mio esta muerto de risa, los contratiempos, la familia y el dia a dia nos come el,tiempo. Tan solo agradecer todo este esfuerzo y el compartir con nosotros todas estas historias, otros mundos con los que sin duda he disfrutado.
    Mi mejor deseo para usted…y esperemos pronto volver a leerle.
    Angel Damián

  4. Muchas gracias por el blog, con tan buenos textos e imágenes. Espero que continúe por algún otro medio. Me gustaría un recorrido por el continente americano.
    Saludos desde Buenos Aires

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