El observatorio de Archenhold

Por Paco Bellido, el 20 marzo, 2017. Categoría(s): Destinos astronómicos • Historia ✎ 6

En el Parque de Treptow, a poca distancia del grandilocuente Monumento Conmemorativo a los Soldados Soviéticos levantado en 1949 en Berlín Oriental, se encuentra uno de los observatorios públicos más interesantes de Europa.

Los inicios del observatorio

Friedrich Simon Archenhold (1861-1939) fue un incansable divulgador astronómico nacido en Lichtenau (Westfalia) que cursó estudios de Ciencias Naturales en la Universidad Friedrich Wilhelm (actual Universidad Humboldt) de Berlín. En la universidad trabó amistad con Wilhelm Förster, director del observatorio universitario, quien estaba muy implicado en la popularización del conocimiento científico. Fiel a su naturaleza, en ocasiones extravagante, Archenhold comienza a obsesionarse con la idea de construir el mayor telescopio refractor del mundo durante su etapa como astrónomo en el pequeño Observatorio de Grunewald.

Estamos en 1893 y, tras numerosas dificultades técnicas y financieras, consigue reunir gracias a donaciones privadas los fondos necesarios para la construcción de un impresionante telescopio que, a día de hoy, sigue siendo el refractor móvil más largo del mundo. Atendiendo al diámetro del objetivo, 68 cm, también se sitúa en los puestos de cabeza en el ranking mundial de refractores.

El observatorio de Treptow se debía abrir al público el 1 de mayo de 1896, coincidiendo con la inauguración Gran Exposición Industrial de Berlín, una feria celebrada con motivo del XXV aniversario del nombramiento de la ciudad como capital imperial. Tras las ferias de Londres y París que disfrutaron de un gran éxito, tanto de público como de la crítica, la prensa alemana llevaba tiempo abogando en pos de una gran feria industrial en la capital del país. La muestra supuso un extraordinario escaparate al que asistieron 3780 empresas expositoras distribuidas en 23 áreas temáticas. La feria era todo un espectáculo: un circo exhibía animales tropicales y era posible subirse a un globo aerostático para contemplar las vistas desde el aire. Se crearon reproducciones de los territorios coloniales alemanes en África Oriental, para lo que trajeron a Berlín a 400 nativos para que la impresión fuera más realista. El telescopio de Archenhold era otra más de las atracciones de la feria y una de las más llamativas para el público, sin lugar a dudas.

Postal conmemorativa. Crédito: Wikimedia Commons.
Postal conmemorativa. Crédito: Wikimedia Commons.

Estaba previsto que a la inauguración del telescopio asistieran el emperador Guillermo II y su esposa pero, debido a problemas técnicos, el aparato no estuvo listo en la fecha prevista. Semanas después, multitud de visitantes seguían acudiendo a diario con la vana esperanza de poder mirar por el ocular. El 20 de junio, Archenhold aceptó celebrar una observación preliminar exclusiva para los miembros del consejo municipal.

El telescopio estuvo finalmente operativo en septiembre. Además del refractor gigante, las instalaciones contaban con varios edificios de madera para las salas de exposiciones y una sala de conferencias. El telescopio, con su innegable aspecto de cañón sideral, se convirtió en una atracción mágica para el público, todo un imán de visitantes que obligaba a preparar conferencias a toda prisa para satisfacer la curiosidad del personal.

Retrato de Archenhold a la entrada del observatorio astronómico. Foto: © Paco Bellido
Retrato de Archenhold a la entrada del observatorio astronómico. Foto: © Paco Bellido

La idea original de Archenhold era que, una vez finalizada la Gran Exposición Industrial, el instrumento sirviera exclusivamente para la investigación científica. El ayuntamiento decidió que desmantelar el telescopio era complicado y, por si fuera poco, no había fondos para ello. De este modo,  el telescopio gigante pudo seguir en su ubicación actual. El 28 de noviembre de 1898 un comité municipal acordó que el observatorio de Treptow debía cumplir una función educativa, para saciar la «sed de conocimiento y la necesidad de formación, sobre todo en Ciencias Naturales». Se fundó la Asociación de Amigos del Observatorio Treptow encargada de apoyar las actividades de divulgación científica del observatorio. La asociación contó durante estos años con medio millar de socios en promedio.

El observatorio era un reclamo importante para el público. En 1897 se llegó a unos 23.000 visitantes y en 1899 se alcanzó la cifra de 60.000, este notable éxito de público se mantuvo prácticamente sin altibajos hasta la década de 1930.

En 1908-1909 se levanta el edificio principal que sustituirá a las construcciones originales de madera que ya estaban muy deterioradas. La creación del edificio principal fue posible gracias a la gran inventiva del astrónomo que, en una época con un alto índice de desempleo y dificultades financieras, consiguió vender por anticipado 100.000 entradas a los sindicatos berlineses para que los trabajadores asistieran a conferencias y observaciones. Archenhold ocupará el cargo de director del Observatorio de Treptow desde 1896 hasta 1931.

Si bien el observatorio se financiaba principalmente a través de las cuotas de la asociación de amigos del observatorio, Archenhold consiguió desarrollar un activo programa de eventos y publicaciones. En 1900 fundó Das Weltall (El Universo), una popular revista astronómica con periodicidad mensual que se publicó hasta 1944. Además, Archenhold fue un pionero de los documentales científicos y fundó en 1913 una sociedad para contribuir a la producción de películas con contenido científico. También viajó por Estados Unidos, Suecia, Gran Bretaña e incluso España, donde el 30 de agosto de 1905 tuvo ocasión de observar un eclipse total de sol desde Burgos.

Observatorio de Archenhold. Foto: © Paco Bellido

Archenhold fue un destacado miembro de la Organización Panterra, sociedad que fomentaba proyectos internacionales de investigación con una clara orientación pacifista. Fue este pacifismo el que a la postre le traerá problemas. A pesar de su origen judío, Archenhold estaba bautizado. El hecho de estar bautizado, no obstante, no significaba nada para los nazis, quienes seguían considerando como judíos a los descendientes hasta la tercera generación. El destacado pacifismo del que hacía gala Archenhold suponía a ojos de los jerarcas nacionalsocialistas un inconveniente incluso más grave que su linaje judío.

Con 70 años de edad renuncia a su puesto de director que queda en manos de su hijo Günther, quien será expulsado en 1936 por los nazis. Günther, junto a su hermano Horst, emigra a Inglaterra. Archenhold vivirá con su esposa Alice y su hija Hilde, deficiente mental, en un gran apartamento del lujoso barrio de Charlottenburg hasta octubre de 1939, fecha en que el astrónomo fallece. La esposa y la hija tienen que malvender su biblioteca y los instrumentos para sobrevivir. Al final serán deportadas al campo de concentración de Theresienstadt, cerca de Praga, donde acabarán muriendo en circunstancias desconocidas.

Observatorio de Archenhold. Foto: © Lola Vázquez
Observatorio de Archenhold. Foto: © Lola Vázquez

La zona de Treptow sufrió intensos bombardeos al final de la segunda guerra mundial, en los últimos días de la caída de Berlín. El ala este del observatorio resultó parcialmente destruida por una bomba, pero el telescopio sobrevivió milagrosamente, aunque todavía se conservan las marcas de la bayoneta de un soldado soviético que quiso descargar su frustración destrozando el objetivo. Por suerte los daños fueron insignificantes y se restauraron con un poco de pintura negra. En 1945 el observatorio se transformó en un hospital para soldados rusos y la biblioteca fue saqueada.

Al año siguiente, con ocasión de su 50º aniversario y ya en vías de renovación gracias al generoso apoyo estatal, el Observatorio de Treptow cambia su nombre a Observatorio Archenhold, como homenaje a su fundador.

El gran refractor

Con 21 metros de focal, el gran telescopio de Archenhold es el telescopio refractor de mayor distancia focal del mundo aún en uso, solo fue superado por el gran telescopio de la Exposición de París de 1900 que alcanzaba unos impresionantes 57 metros de focal, si bien utilizaba un sistema de espejo y el tubo óptico permanecía fijo, y por el telescopio Craig de Londres, de 24,5 metros de focal que tuvo problemas de construcción y fue desmantelado en 1857.

Ver este auténtico cañón celeste en movimiento impresiona. La lente de 680 mm a f/31 fue fabricada por C. A. Steinheil e hijos en Múnich. Los elementos estructurales fueron diseñados por la empresa de ingeniería C. Hoppe de Berlín. El mecanismo total pesa 120 toneladas, solo cada contrapeso alcanza las 11 toneladas. Este telescopio de montura ecuatorial está diseñado de tal modo que el observador se sitúa en el centro de rotación de ambos ejes y el telescopio gira a su alrededor. Un pequeño cobertizo retráctil de madera permite cubrir la zona del ocular, pero el tubo está al aire libre sin una cúpula que lo proteja.

El refractor visto desde el exterior. Foto: © Lola Vázquez
El refractor visto desde el exterior. Foto: © Lola Vázquez
Detalle de los contrapesos. Foto: © Lola Vázquez
Detalle de los contrapesos. Foto: © Lola Vázquez

En realidad, el refractor propiamente dicho se encuentra dentro de la estructura de acero que le sirve de soporte. Es un refractor cubierto por una funda metálica formada por secciones remachadas. El tubo interior se refuerza mediante unas largas varillas de acero que terminan en contrapesos en la zona del tubo próxima al ocular. El tubo exterior se sujeta mediante cuatro tirantes de acero claramente visibles, pero sin contacto con el tubo interior. En la actualidad el telescopio presenta algunos problemas de flexión de difícil y costoso arreglo, por lo que la solución provisional ha consistido en prescindir del uso del buscador.

Desde 1967 está catalogado como monumento protegido y es un testimonio vivo de los grandes logros técnicos de finales del siglo XIX.

Un gran cañón celeste, el refractor de Archenhold. Foto: © Paco Bellido
Un gran cañón celeste, el refractor de Archenhold. Foto: © Paco Bellido
El refractor y el tejado que cubre la zona del ocular. Foto: © Lola Vázquez
El refractor y el tejado que cubre la zona del ocular. Foto: © Lola Vázquez
Detalle del enfocador. Foto: © Paco Bellido
Detalle del enfocador. Foto: © Paco Bellido
Detalle del apoyo del eje polar del telescopio. Foto: © Lola Vázquez
Detalle del apoyo del eje polar del telescopio. Foto: © Lola Vázquez

Un centro orientado a la divulgación

El Observatorio de Archenhold nació con una clara vocación divulgadora. Por sus salas han pasado conferenciantes de la talla de Albert Einstein, que el 2 de junio de 1915 dio aquí la primera conferencia pública en Berlín sobre la teoría de la relatividad; el astrónomo Percival Lowell, máximo defensor de la existencia de canales artificiales en Marte; los exploradores polares Roald Amundsen y Fridtjof Nansen; el padre de la teoría de la deriva continental Alfred Wegener o el pionero de la astronáutica Hermann Oberth.

Placa conmemorativa de la sala donde Einstein dio su primera conferencia pública en Berlín sobre la Teoría de la Relatividad. Foto: © Lola Vázquez
Placa conmemorativa de la sala donde Einstein dio su primera conferencia pública en Berlín sobre la Teoría de la Relatividad. Foto: © Lola Vázquez
Detalle de la sala, con un péndulo de Foucault. Foto: © Lola Vázquez
Detalle de la sala, con un péndulo de Foucault. Foto: © Lola Vázquez

En la República Democrática Alemana la astronomía estaba incluida en los planes de estudio y el observatorio berlinés se convierte en lugar de peregrinación de escolares de todo el país. No en vano, el observatorio es el mayor de las casi tres docenas de observatorios públicos del desaparecido país y toda una institución de referencia. En esta época el club astronómico juvenil cuenta con diez grupos de trabajo para niños, adolescentes y aficionados avanzados que se dedican a campos tales como estrellas variables, observación solar, ocultaciones, meteoros, asteroides y otras áreas.

Además del gran telescopio de Archenhold el observatorio se dota de nuevos equipos y materiales expositivos. En 1948, el Dr. Wattenberg, director del Observatorio hasta 1976, recibió la llamada de dos jóvenes que le explicaron que habían encontrado un gran meteorito debajo de uno de los muchos montones de escombros que la guerra había dejado por toda la ciudad. Querían cambiarlo por dos telescopios pequeños. El director accedió y al día siguiente los chavales se presentaron con un meteorito de 283 kg en una carretilla. Tras analizar el material, quedó claro a todas luces que este enorme trozo de hierro procedía de cráter Barringer de Arizona, el famoso Meteor Crater. ¿Cómo llegó hasta Berlín? No se sabe, ningún museo ni coleccionista privado reclamaron jamás esta pieza. Desde hace 68 años puede verse en el pequeño museo astronómico de este observatorio.

Un trozo del meteorito que provocó el Meteor Crater de Arizona. Foto: © Lola Vázquez
Un trozo del meteorito que provocó el Meteor Crater de Arizona. Foto: © Lola Vázquez

En la actualidad hay varias salas expositivas que ofrecen un interesante recorrido por la historia de la Astronomía a través de maquetas, réplicas e instrumentos históricos, entre los que destacan una pareja de relojes de péndulo utilizada durante las primeras observaciones.

Museo del Observatorio de Archenhold. Foto: © Lola Vázquez
Museo del Observatorio de Archenhold. Foto: © Lola Vázquez
El Dr. Lühning explica al autor los planes de futuro del museo. Foto: © Lola Vázquez
El Dr. Lühning explica al autor los planes de futuro del museo. Foto: © Lola Vázquez
Un astrolabio y una copia del maravilloso Astronomicum Caesareum de Apianus. Foto: © Lola Vázquez
Un astrolabio y una copia del maravilloso Astronomicum Caesareum de Apianus. Foto: © Lola Vázquez

Además del gran refractor, el observatorio utiliza otros equipos durante las sesiones de observación abiertas al público que tienen lugar los viernes. Bajo la dirección de Diedrich Wattenberg (1909-1996), otro famoso popularizador en radio y televisión, se adquirieron diversos instrumentos, entre ellos un reflector Cassegrain de 50 cm fabricado por Zeiss, un refractor Coudé de 15 cm y un celostato Jensch para observaciones solares. En 1982 se abrió un pequeño planetario con 90 plazas. Durante esta década el observatorio recibe unos 70.000 visitantes al año.

Telescopio Cassegrain del observatorio de Archenhold. Foto: © Lola Vázquez
Telescopio Cassegrain del observatorio de Archenhold. Foto: © Lola Vázquez
Otra vista del telescopio Cassegrain. Foto: © Lola Vázquez
Otra vista del telescopio Cassegrain. Foto: © Lola Vázquez
Celostato para observación solar. Foto: © Lola Vázquez
Celostato para observación solar. Foto: © Lola Vázquez

El refractor gigante volvió a restaurarse en 1959 gracias a la prestigiosa firma Carl Zeiss de Jena. Entre 1958 y 1983 dejó de utilizarse como instrumento de observación y se mantuvo como monumento histórico. En 1989-1990 y 1995 se realizaron grandes reparaciones urgentes y en 2013 se reanudaron las observaciones nocturnas, que se realizan cada dos viernes durante todo el año.

Desde mediados de 2002 el observatorio forma parte del Deutsches Technikmuseum, el Museo Alemán de la Técnica.

Reloj de sol y cúpula. Foto: © Lola Vázquez
Reloj de sol y cúpula. Foto: © Lola Vázquez

 

 

Agradecimientos

Los autores desean expresar su agradecimiento al doctor Felix Lühning, director del Observatorio Archenhold, por la visita guiada a las instalaciones y la excelente información facilitada para la elaboración de este artículo. Asimismo agradecemos su colaboración a Nicole Röbel, responsable de prensa de Visit Berlin, y a Frank Bausback, responsable de prensa de la Oficina Nacional Alemana de Turismo, por las facilidades prestadas.

Bibliografía

HERMANN, Dieter B. Blick in das Weltall. Die Geschichte der Archenhold-Sternwarte. Paetec. Berlin, 1994.

HERMANN Dieter B., HOFFMANN, Karl-Friedrich. Die Geschichte der Astronomie in Berlin. Archenhold Sternwarte und Wilhelm-Foerster Sternwarte. Berlin, 1998.

HOCKEY, T. (Ed.) et al. The Biographycal Encyclopedia of Astronomers. Springer. Nueva York, 2007.

KING, Henry C. The History of the Telescope. Dover Publications. Nueva York, 2003.



6 Comentarios

  1. Muchas gracias por el reportaje, ha sido muy interesante.

    Es extraordinario que con ese aspecto, el telescopio sobreviviera a la aviación y artillería de la Segunda Guerra Mundial sin ser confundido con un cañón.

  2. Tus reportajes,tanto en documentacion como en imagenes,dignos de admirar.Felicitaciones por tu trabajo.
    Por cierto,sigues teniendo activa tu direccion de gmail de el beso en la luna.Te he mandado un destino astronomico recomendado.
    Saludos.

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