La ciencia moderna arranca con la revolución copernicana, un proceso iniciado por Copérnico y finalizado por Newton que cambió la perspectiva que el hombre tenía del mundo. Poco se sabe sobre la vida de Copérnico, en este artículo nos acercaremos a los lugares que ocuparon un lugar importante en la vida del autor de De revolutionibus.
Nicolás Copérnico (Niklas Koppernigk) nace el 19 de febrero de 1473 en Toruń, un importante centro comercial de la Prusia Real situado en los márgenes del río Vístula. Era hijo de otro Niklas Koppernigk, un mayorista de cobre, el negocio del que derivaba el apellido familiar, y de Bárbara Watzenrode, hija de un rico comerciante perteneciente a la burguesía local. El matrimonio tenía un hijo mayor, Andreas, que ocupó un papel importante en la vida del astrónomo y dos hijas.
A los diez años de edad Copérnico quedó huérfano de padre. El hermano de su madre, el canónigo Lucas Watzenrode se hizo cargo de la familia. Casó a Katharina, la hermana mayor, con un noble de la ciudad y logró que la hija menor, Bárbara, cogiera los hábitos, con el tiempo llegaría a ser abadesa benedictina en el convento de Kulm.
En Toruń, una ciudad de doscientos mil habitantes situada al norte de Polonia se puede visitar la casa natal de Copérnico, hoy convertida en museo. El museo se encuentra en la calle Kopernika, antiguamente llamada calle de Santa Ana. En él se hace un recorrido por la vida del astrónomo, se puede ver una interesante colección de instrumentos astronómicos de la época y de las distintas ediciones de las obras de Copérnico y nos permite conocer cómo era la vida cotidiana en la casa de un próspero comerciante del siglo XV. Es un edificio de estilo gótico hanseático con hastiales escalonados, típico de la zona.
En la planta baja hay un amplio hall de entrada y una cocina, además de la oficina comercial. En la parte superior se encuentra la vivienda y el tercer piso está ocupado por el desván, que se utilizaba como almacén. El edificio fue propiedad de la familia de Copérnico desde 1463 a 1480.
En el centro de Toruń, junto al ayuntamiento, encontramos una estatua del escultor berlinés Christian Friedrich Tieck creada a instancias del biógrafo de Copérnico, Leopold Friedrich Prowe con la leyenda “Nicolaus Copernicus Thorunensis Terrae Motor Solis Caelique Stator” que se podría traducir por “Nicolás Copérnico de Toruń, que puso en movimiento la Tierra y detuvo al Sol y los cielos”. Copérnico es toda una figura nacional de la que los polacos están muy orgullosos, aunque los alemanes también se disputan su nacionalidad.
No muy lejos de la casa natal del astrónomo se alza la Catedral Basílica de San Juan Bautista y San Juan Evangelista, una iglesia construida en el siglo XIV y ampliada al siglo siguiente. En el interior se conservan destacadas obras de arte, epitafios y altares renacentistas y barrocos (entre ellos el epitafio a Copérnico de 1580). También exhiben con orgullo la pila donde el astrónomo recibió las aguas bautismales.
Fue precisamente en la escuela parroquial de San Juan donde Copérnico aprendió las primeras letras. Posteriormente fue enviado a la cercana ciudad de Włocławek. De 1491 a 1495 Copérnico estudió en la Universidad de Cracovia, el centro del pensamiento humanista y de los estudios astronómicos de la época. Allí estudió matemáticas y las disciplinas clásicas, y muy probablemente también astronomía. En realidad del paso de Copérnico por Cracovia sólo se conserva un documento que notifica que Nicolás Copérnico de Toruń pagó las tasas.
En cualquier caso, en el Collegium Maius de Cracovia conservan una habitación supuestamente de Copérnico. Realmente se trata de un engaño para turistas incautos porque el astrónomo nunca vivió en este lugar. No obstante, la visita merece la pena. Se pueden ver algunas piezas interesantes, como un astrolabio cordobés de 1054 y varios retratos del astrónomo.
En el corredor exterior se puede ver una réplica del triquetrum un instrumento utilizado en astrometría para determinar las posiciones de las estrellas y otros objetos celestes. Ya en el siglo II Ptolomeo utilizaba instrumentos similares.
En 1496, Lucas Watzenrode envía a sus dos sobrinos a la Universidad de Bolonia, el lugar donde él mismo se había formado años atrás. En Italia estudia leyes y medicina en las universidades de Bolonia y Padua. Aunque en Bolonia se dedica al derecho civil, también asiste a las conferencias del astrónomo Domenico Maria Novara da Ferrara, convirtiéndose en su discípulo y ayudante. Las observaciones realizadas por Copérnico y Novara en 1497 aparecen en De revolutionibus.
Ese mismo año, el tío de Copérnico es ordenado obispo de Warmia y a Copérnico le asignan una canonjía en la catedral de Frombork. Pero Copérnico permanece en Italia, para asistir al gran jubileo de 1500. También visita Roma donde observa un eclipse de Luna y ofrece varias conferencias sobre astronomía y matemáticas.
En 1501 Copérnico regresa a Frombork. A su llegada obtiene el permiso necesario para completar sus estudios en Padua, donde estudia medicina con Guarico y Fracastorius. También viaja a Ferrara donde recibe el doctorado en leyes, posiblemente porque las tasas de la Universidad de Ferrara eran más asequibles y a Copérnico nunca le gustó derrochar el dinero, más bien lo contrario.
Una de las asignaturas que debió estudiar en aquella época fue la astrología, que se consideraba un aspecto importante de la educación médica. Pero a diferencia de otros destacados astrónomos del Renacimiento, parece que Copérnico nunca demostró ni expresó interés por esta práctica.
En 1503, Copérnico vuelve a la Prusia polaca, a Warmia, donde permanecerá el resto de su vida. De 1503 a 1510 mantiene el puesto de secretario de su tío, Lucas Watzenrode, ya obispo de Warmia y hasta 1510 reside en el castillo episcopal de Heilsberg (Lidzbark Warmiński). Es en este lugar donde inicia sus trabajos sobre heliocentrismo, no obstante, su principal ocupación durante estos años son las labores administrativas y políticas.
En 1510 se traslada a Frombork (Frauenburg), una ciudad al norte de Toruń en la Laguna del Vístula. El obispado de Warmia, a pesar de estar incluido en la Prusia Real y sujeto a la corona polaca, disfrutaba de una amplia autonomía y de su propia Dieta, ejército, moneda y tesorería.
Siguiendo su habitual actitud prudente y precavida escribe un pequeño opúsculo, De hypothesibus motuum cœlestium a se constitutis commentariolus, más conocido como el Commentariolus, en el que ofrece por primera vez una breve introducción a las ideas heliocéntricas. Gracias al apoyo de otros astrónomos, en especial Rheticus, treinta años después escribirá De revolutionibus orbium cœlestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes).
Copérnico muere en Frombork el 24 de mayo de 1543. La leyenda asegura que la primera copia impresa de De revolutionibus llegó a sus manos el mismo día de su muerte. Según la tradición se despertó del coma producido por un derrame cerebral, miró su libro y después murió plácidamente.
En Frombork encontramos otro museo de Copérnico. La llamada Torre de Copérnico, al noroeste, es uno de los elementos fortificados más antiguos de la muralla. Fue construida en 1400 y los niveles superiores se restauraron en varias ocasiones en los siglos sucesivos. Se reconstruyó tras la segunda guerra mundial y las obras finalizaron en 1965. Esta torre fue propiedad de Copérnico de 1504 a 1543, en el interior hay una exposición sobre el aspecto del estudio de un erudito renacentista. La decoración asemeja el aspecto que debió tener el estudio del astrónomo a principios del siglo XVI.
La basílica catedral, consagrada a la Ascensión de Nuestra Señora y al apóstol San Andrés, es un imponente edificio gótico en el que encontramos el epitafio de Copérnico. La exposición principal sobre Copérnico y su obra se encuentra en el Palacio Episcopal, un edificio de estilo gótico y barroco situado en la esquina sureste de la colina de la catedral. Ardió en 1945 y se reconstruyó entre 1965 y 1970.
Aparecen los restos
Las crónicas aseguran que Copérnico fue enterrado en la catedral de Frombork. Durante años los arqueólogos han buscado sus restos en vano. Sin embargo, en agosto de 2005, un equipo dirigido por Jerzy Gąssowski, director del instituto arqueológico y antropológico de Pułtusk, tras sondear el suelo de la catedral descubrió lo que parecían ser los restos del astrónomo. El descubrimiento tuvo lugar tras un año de búsquedas y se anunció el 3 de noviembre de 2008 una vez realizada toda una serie de comprobaciones adicionales.
Gąssowski aseguró estar completamente seguro de que se trataba de los restos de Copérnico. El Laboratorio Forense de la policía polaca utilizó el cráneo para reconstruir el aspecto de la cara que se parece notablemente a los retratos que se conservan. Los expertos pudieron determinar que el cráneo pertenecía un hombre de unos 70 años, justamente la edad que tenía Copérnico cuando murió. La prueba definitiva vino de mano del ADN. El ADN de unas muestras procedentes de los huesos encontrados en la tumba coincide con el del pelo encontrado en un libro propiedad de Copérnico que se conserva en la universidad sueca de Uppsala.
Heliocentrismo
Copérnico tardó unos veinte años en dar forma a su modelo heliocéntrico del sistema solar. La obra establece que la Tierra da una vuelta al día en torno a su eje y que gira alrededor del Sol en un año. También argumenta que los planetas giran alrededor del Sol. Georg Joachim van Lauchen, más conocido como Rheticus, un joven profesor de matemáticas y astronomía de la Universidad de Wittenberg, visitó a Copérnico en Frombork en 1539 y lo animó a publicar los resultados de sus estudios. Rheticus publicó un resumen de las teorías de Copérnico en 1540 en un libro titulado Narratio Prima.
Un año después se publicará en Nüremberg la obra completa, que abarca seis volúmenes. El responsable de la edición es Andreas Osiander, un teólogo luterano que realiza cambios notables en la obra original, para convencer al lector del carácter hipotético de la teoría heliocéntrica y no chocar con la cosmovisión generalmente aceptada en la época.
Sin el permiso de Copérnico, Osiander elimina el prefacio del autor e incluye uno propio, sin firmar, dedicado al papa Pablo III. Otras ediciones que vieron la luz fueron las de Rheticus en Basilea (1566), Müller de Göttinga en Amsterdam (1617) y otra en Varsovia (1854). También hay una edición de la Sociedad Copernicana de Toruń en 1873.
La obra de Copérnico suscitó numerosos debates religiosos e ideológicos, ya que tiraba por tierra las ideas aceptadas sobre el universo. Su teoría fue muy criticada por las autoridades eclesiásticas, sobre todo las protestantes. La Iglesia católica condenó y prohibió De Revolutionibus Orbium Cœlestium hasta 1828, fecha en que sale del índice, aunque no será hasta 1835, en la nueva versión del Index Librorum Prohibitorum, en que ya no aparezca en el listado de obras prohibidas por la Iglesia. A partir del siglo XVII, la teoría heliocéntrica gana más y más adeptos. Entre sus defensores se encuentran Giordano Bruno, Johannes Kepler y Galileo. El movimiento orbital de la Tierra fue confirmado finalmente en 1728 tras el descubrimiento de la aberración de la luz por parte de James Bradley. El impacto de la teoría heliocéntrica supuso una auténtica revolución que afectó a todas las áreas de la ciencia y forjó las bases del desarrollo de la civilización moderna.
A pesar de que la obra desempeñó un papel fundamental en la historia de la Ciencia, no fue un libro muy leído fuera del mundillo académico. Arthur Koestler se refirió a De Revolutionibus como «el libro que nadie leyó». La realidad, sin embargo, fue distinta como demostró el historiador de la astronomía Owen Gingerich que ha dedicado 35 años a analizar en persona todos los ejemplares que se conservan. Prácticamente todos los matemáticos y astrónomos de la época estuvieron al tanto de la publicación de Copérnico, aunque bien es cierto que se interesaron más por el modelo matemático que permitía prescindir de los epiciclos que de la primera parte dedicada a la cosmología del sistema. Aunque la obra no llegó a un gran número de lectores, su tirada entra dentro de lo habitual en la época. Se conservan 276 copias de la primera edición y 325 de la segunda (como comparación, merece la pena señalar que se conservan 228 copias del First Folio de Shakespeare). En España se conservan siete copias de la primera edición (Núremberg, 1543): en la Biblioteca de El Escorial; en la Biblioteca Nacional; en la biblioteca privada de Plácido Arango; en el Palacio Real de Madrid; en el Real Observatorio de la Armada de San Fernando (Cádiz); en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla y en la Biblioteca de la Universidad de Valencia. Respecto a la segunda edición (Basilea, 1566) hay copias en Orense, dos copias en la Biblioteca de El Escorial; dos copias en la Biblioteca Nacional; otra en el Palacio Real; tres copias en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca; en el Real Observatorio de la Armada y en la Universidad de Sevilla.
En la Biblioteca Pública “Juan José Arreola” de Guadalajara, en el estado de Jalisco (México), se conserva el único ejemplar latinoamericano de la primera edición de De revolutionibus orbium cœlestium.
Copérnico sigue suscitando el interés de los aficionados a la historia de la astronomía. El escritor irlandés John Banville ha escrito una interesante novela histórica en la que se reviven las dudas y angustias del astrónomo polaco. También el astrónomo y escritor Jean Pierre Luminet lo eligió como protagonista en El enigma de Copérnico.
Su teoría fue muy criticada por las autoridades eclesiásticas, sobre todo las protestantes.
Paco, esa frase no es del todo justa. Dado que la Iglesia católica llegó en 1616 al extremo de condenar oficialmente el copernicanismo, parece evidente que la jerarquía católica mostró en conjunto una cerrilidad fundamentalista bíblica mayor incluso que la de sus homólogos protestantes. Los protestantes, por ejemplo, no tienen que avergonzarse por ningún caso de persecución como el sufrido por el astrónomo Galileo, quien fue obligado a abjurar de sus convicciones copernicanas en 1633.
El libro se imprimió en Núremberg, ciudad protestante, así que no es muy de extrañar que las críticas más fuertes procedieran de ese lado. Lutero fue uno de los que renegó de la obra, en tanto que Melanchthon demostraba elegantemente que la Tierra permanece quieta; por el lado católico la reacción inicial fue de aliento. Y, de hecho, De Revolutionibus entró en el Index librorum prohibitorum en 1616, es decir, setenta y tres años después de su publicación. En la Iglesia Católica hubo ocasionales discusiones acerca de si el movimiento de la Tierra era compatible o no con las Sagradas Escrituras. Hasta el decreto de 1616 la cuestión había quedado sin decidir.
En la Iglesia Católica […] Hasta el decreto de 1616 la cuestión había quedado sin decidir.
Lo cierto es que antes de 1616 el geocentrismo era la opinión abrumadoramente mayoritaria tanto entre los jerarcas católicos como entre los jerarcas protestantes; o sea, que antes de 1616 «la cuestión» estaba igual de «decidida» tanto en el bando católico como en el bando protestante.
El decreto anticopernicano emitido por la Iglesia católica en 1616 cambió radicalmente las cosas, ya que a partir de entonces el «rebaño católico» ya no podía defender el copernicanismo. Es evidente que en esta «cuestión» los católicos demostraron ser bastante más cerriles que los protestantes.
Te recomiendo «Los sonámbulos» de Koestler, que hace un análisis bastante bueno de la situación. Podrás comprobar que, como decía en mi comentario anterior, la cuestión distaba de estar decidida antes de 1616.
¿A qué te refieres con antes de 1616? Pasaron muchas cosas desde la fecha de la publicación (1543) hasta la inclusión en la lista de libros prohibidos (1616). Si dejamos de lado a quienes no eran astrónomos, como Thomas Digges, Wiliam Gilbert y Giordano Bruno, la teoría copernicana fue prácticamente ignorada hasta comienzos deI siglo XVII, cuando entraron en escena Kepler y Galileo.
Yo simplemente digo que el decreto anticopernicano de 1616, emitido por la Iglesia católica, fue una metedura de pata de tal calibre que inclina la balanza en favor de las iglesias protestantes, las cuales, aun siendo también anticopernicanas, no cayeron en el error de emitir ningún documento oficial semejante. Porque no es lo mismo criticar la teoría de Copérnico en una sobremesa, como hizo Lutero, que prohibir oficialmente a todos tus fieles que defiendan la teoría copernicana, como hizo la Iglesia católica.
En 1627, James Reid tuvo que renunciar a la Universidad de Edimburgo, en Escocia, por una fuerte presión en su contra, después de sostener la posibilidad de que la tierra se moviera sobre su propio eje14. Caso similar de obstrucción es el de Nils Celsius, al que en 1679, desde la Facultad de Teología de la Universidad de Uppsala, en Suecia, se le negó el permiso para defender su tesis, por su postura copernicana15.
Durante el siglo XVI el heliocentrismo gozó de amplísima tolerancia en España. La introducción del estudio de Copérnico en los estatutos de la Universidad de Salamanca, se debió a Juan de Aguilera profesor de astrología en Salamanca de 1550 a 1560. La enseñanza del heliocentrismo fue aprobada por el Obispo Diego de Covarrubias y confirmada por Felipe II el 15 de Octubre de 1561. No hay evidencia de que los inquisidores persiguiesen a nadie por sus hipótesis científicas. Si es cierto que en 1559, Roma erigió una oficina especial del Santo Oficio que publicaba el Index Librorum Prohibitorum. La Inquisición Española tenía su propio Index, índice en el nunca fueron incluidos los trabajos de Copernico, Galileo y Newton. Copérnico, un canónigo polaco, en su libro De revolutionibus orbium coelestium, enseñaba, frente al geocentrismo de Aristóteles y Tolomeo, que es la Tierra la que gira en torno al Sol. La mayor parte de las universidades europeas, rechazaron la obra de Copérnico. Especialmente hostiles hacia los nuevos descubrimientos astronómicos fueron protestantes como Lutero, Melanchton y Calvino. Melanchton, amigo personal de Lutero dijo lo siguiente con respecto a Copérnico: “Muchos son los que consideran meritorio hacer lo que ese buscador de estrellas prusiano (sic), que pone en movimiento a la Tierra y deja inmóvil al Sol. En verdad los gobernantes, si son sabios, deberían poner freno al desencadenamiento de los espíritus”. Lutero aseguró que el heliocentrismo era herético, pues, según la Biblia, Josué mandó que se detuviera el sol, no la Tierra. Calvino se preguntaba: ¿Quién osará colocar la autoridad de Copérnico por encima de la del Espíritu Santo? En 1551 Kaspar Peucer15, yerno de Melanchton y profesor como él de la protestante Universidad de Wittemberg, pedía que se prohibiera la enseñanza de la teoría heliocéntrica. Fue condenada formalmente en las Universidades de Zurich (1553), Rostock (1573) y Tubinga (1582)16. Por el contrario, España fue una excepción: la Universidad de Salamanca en los Estatutos de 1561 establecía que en la cátedra de Astronomía podía leerse a Copérnico. En 1594, esa lectura se declaraba obligatoria. ¡Cuánta ignorancia muestra la ilustración francesa sobre los clérigos españoles! El fraile dominico Domingo de Soto fue el primero en establecer en 1551 que un cuerpo en caída libre sufre una aceleración uniformemente acelerada y su concepción sobre la masa (resistencia interna) es extremadamente avanzada. Según parece, Galileo conoció la obra de Domingo a través de un alumno del segundo, Francisco de Toledo, al que conoció en Roma en 1587.
La introducción del estudio de Copérnico en los estatutos de la Universidad de Salamanca, se debió a Juan de Aguilera profesor de astrología en Salamanca de 1550 a 1560. La enseñanza del heliocentrismo fue aprobada por el Obispo Diego de Covarrubias y confirmada por Felipe II el 15 de Octubre de 1561. No hay evidencia de que los inquisidores persiguiesen a nadie por sus hipótesis científicas. Si es cierto que en 1559, Roma erigió una oficina especial del Santo Oficio que publicaba el Index Librorum Prohibitorum. La Inquisición Española tenía su propio Index, índice en el nunca fueron incluidos los trabajos de Copernico, Galileo y Newton. Copérnico, un canónigo polaco, en su libro De revolutionibus orbium coelestium, enseñaba, frente al geocentrismo de Aristóteles y Tolomeo, que es la Tierra la que gira en torno al Sol. La mayor parte de las universidades europeas, rechazaron la obra de Copérnico. Especialmente hostiles hacia los nuevos descubrimientos astronómicos fueron protestantes como Lutero, Melanchton y Calvino. Melanchton, amigo personal de Lutero dijo lo siguiente con respecto a Copérnico: “Muchos son los que consideran meritorio hacer lo que ese buscador de estrellas prusiano (sic), que pone en movimiento a la Tierra y deja inmóvil al Sol. En verdad los gobernantes, si son sabios, deberían poner freno al desencadenamiento de los espíritus”. Lutero aseguró que el heliocentrismo era herético, pues, según la Biblia, Josué mandó que se detuviera el sol, no la Tierra. Calvino se preguntaba: ¿Quién osará colocar la autoridad de Copérnico por encima de la del Espíritu Santo? En 1551 Kaspar Peucer15, yerno de Melanchton y profesor como él de la protestante Universidad de Wittemberg, pedía que se prohibiera la enseñanza de la teoría heliocéntrica. Fue condenada formalmente en las Universidades de Zurich (1553), Rostock (1573) y Tubinga (1582)16. Por el contrario, España fue una excepción: la Universidad de Salamanca en los Estatutos de 1561 establecía que en la cátedra de Astronomía podía leerse a Copérnico. En 1594, esa lectura se declaraba obligatoria. ¡Cuánta ignorancia muestra la ilustración francesa sobre los clérigos españoles! El fraile dominico Domingo de Soto fue el primero en establecer en 1551 que un cuerpo en caída libre sufre una aceleración uniformemente acelerada y su concepción sobre la masa (resistencia interna) es extremadamente avanzada. Según parece, Galileo conoció la obra de Domingo a través de un alumno del segundo, Francisco de Toledo, al que conoció en Roma en 1587
Se equivoca. En 1627, James Reid tuvo que renunciar a la Universidad de Edimburgo, en Escocia, por una fuerte presión en su contra, después de sostener la posibilidad de que la tierra se moviera sobre su propio eje. Caso similar de obstrucción es el de Nils Celsius, al que en 1679, desde la Facultad de Teología de la Universidad de Uppsala, en Suecia, se le negó el permiso para defender su tesis, por su postura copernicana.
Dices: » Dado que la Iglesia católica llegó en 1616 al extremo de condenar oficialmente el copernicanismo, parece evidente que la jerarquía católica mostró en conjunto una cerrilidad fundamentalista bíblica mayor incluso que la de sus homólogos protestantes. »
El estudio de los hechos y de la historia indica que lo contenido en esa frase es falso. Es una leyenda. Sobre las relaciones de Galileo y la Iglesia Católica he escrito extensamente (un resumen, aquí, https://culturacientifica.com/2013/10/08/galileo-vs-iglesia-catolica-redux-y-vii-balanzas/ ). En lo que respecta a esa frase en el capítulo «Reconvención» digo lo siguiente:
«A pesar de los esfuerzos de Galileo, a comienzos de 1616 la IC declaró herética la idea de que el Sol estaba estático en el centro del universo, falsa (pero no herética) la de que la Tierra se mueve y prohibió enseñar o defender por escrito estas ideas. Pero, atención, lo que se declaró herético (por decreto, por lo tanto canónicamente revocable) y se prohibió enseñar fue el realismo de esta idea; se podía seguir enseñando como instrumento de cálculo. De hecho, el libro de Copérnico no se prohibió, sino que se corrigió para eliminar los pasajes que pudiesen hacer pensar que lo que se presentaba allí era la estructura real del universo.
Habida cuenta de las manifestaciones, verbales y por escrito, de Galileo, a éste le podía haber ido mucho peor de lo que le fue en este primer enfrentamiento con la IC: tanto es así, que ni Galileo ni ninguno de sus escritos fueron mencionados en el juicio formal emitido por la Inquisición en contra de la realidad del heliocentrismo. Pero no se quedó sin advertencia: se la hizo en persona el cardenal Belarmino, que le dio instrucciones claras, verbales y por escrito (en esto coinciden Galileo y Belarmino), de que no podía enseñar la realidad del heliocentrismo. Galileo después diría que se le había obligado a abjurar y a hacer penitencia, lo que Belarmino negó por escrito cuando le llegaron estos rumores.»
Y seguimos para bingo. Dices: » Los protestantes, por ejemplo, no tienen que avergonzarse por ningún caso de persecución como el sufrido por el astrónomo Galileo, quien fue obligado a abjurar de sus convicciones copernicanas en 1633.»
Y, de nuevo, es falso. Baste un contraejemplo: Miguel Servet.
César, dice usted que el contenido de mi frase es falso, pero no aporta ningún dato que lo demuestre.
Galileo fue perseguido por haber defendido una teoría científica, mientras que Calvino asesinó a Servet por una discrepancia teológica, concretamente porque Servet negaba el dogma de la Trinidad. El caso Servet no es «como el sufrido por Galileo» porque no involucra ninguna teoría científica.
«Galileo fue perseguido por haber defendido una teoría científica»… bueno, eso si dejamos de lado la teoría de Redondi. ☺
Si te entretienes en leer el enlace que añado encontrarás las que necesites.
En la historia de Galileo, que no en la leyenda reiterada hasta la exasperación, hay dos momentos clave:
– 1616 cuando es reconvenido (puede enseñar copernicanismo pero instrumentalmente, no como realidad)
– 1632 Maffeo Barberini era amigo de Galileo desde mucho antes de ser papa en 1623 (por esto se atreve Galileo a publicar «Il Saggiatore» ese mismo año, porque se siente protegido). El cardenal Barberini conocía, por tanto, perfectamente su obra y pensamiento en toda su dimensión por lo menos desde la reconvención de 1616. De hecho, los «Diálogos» (terminados en 1630) pasan la censura inquisitorial «antes» de su publicación en 1632; y la pasan entre otras cosas, porque era pública y notoria la amistad del autor con el papa. Solo cuando el papa lo lee se ve reflejado en Simplicio y ahí se desatan las furias. La historia está llena de humanos con reacciones humanas. Una vez dado el «a por él», encontrar base filosófica, teológica o la que haga falta es lo más fácil.
Según parece, tú y yo hemos leído libros que sostienen dos puntos de vista antagónicos acerca del caso Galileo: tú te fías de la versión clerical mientras que yo encuentro mucho más convincente la versión anticlerical, como por ejemplo la ofrecida por Antonio Beltrán en su impresionante libro Talento y poder, cuya esencia puede resumirse así:
Cuando en 1616 la Iglesia católica comete el tremendo dislate de publicar el decreto anticopernicano, Galileo acepta que ya no puede seguir defendiendo la teoría copernicana si no quiere acabar en la hoguera como le ocurrió a Giordano Bruno. Siete años después, el cardenal Barberini, paisano y supuesto admirador de Galileo, se convierte en el papa Urbano VIII. Entonces Galileo, sin darse cuenta de que el nuevo papa era en realidad tan fundamentalista como todos los anteriores, le pide permiso para escribir una obra sobre «los dos máximos sistemas del mundo», y sorprendentemente Urbano VIII se lo concede, aunque bajo estrictas condiciones que los censores le obligarían a cumplir. El libro de Galileo se publica en 1632 tras haber obtenido la aprobación de los censores, pero poco después Urbano VIII cambia de opinión y ordena que Galileo sea procesado y castigado por la Inquisición. Esto fue lo que realmente ocurrió.
Si es cierto que en 1559, Roma erigió una oficina especial del Santo Oficio que publicaba el Index Librorum Prohibitorum. La Inquisición Española tenía su propio Index, índice en el nunca fueron incluidos los trabajos de Copernico, Galileo y Newton. Copérnico, un canónigo polaco, en su libro De revolutionibus orbium coelestium, enseñaba, frente al geocentrismo de Aristóteles y Tolomeo, que es la Tierra la que gira en torno al Sol. La mayor parte de las universidades europeas, rechazaron la obra de Copérnico. Especialmente hostiles hacia los nuevos descubrimientos astronómicos fueron protestantes como Lutero, Melanchton y Calvino. Melanchton, amigo personal de Lutero dijo lo siguiente con respecto a Copérnico: “Muchos son los que consideran meritorio hacer lo que ese buscador de estrellas prusiano (sic), que pone en movimiento a la Tierra y deja inmóvil al Sol. En verdad los gobernantes, si son sabios, deberían poner freno al desencadenamiento de los espíritus”. Lutero aseguró que el heliocentrismo era herético, pues, según la Biblia, Josué mandó que se detuviera el sol, no la Tierra. Calvino se preguntaba: ¿Quién osará colocar la autoridad de Copérnico por encima de la del Espíritu Santo? En 1551 Kaspar Peucer , yerno de Melanchton y profesor como él de la protestante Universidad de Wittemberg, pedía que se prohibiera la enseñanza de la teoría heliocéntrica. Fue condenada formalmente en las Universidades de Zurich (1553), Rostock (1573) y Tubinga (1582) . Por el contrario, España fue una excepción: la Universidad de Salamanca en los Estatutos de 1561 establecía que en la cátedra de Astronomía podía leerse a Copérnico. En 1594, esa lectura se declaraba obligatoria.
El fallecido profesor de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universitat de Barcelona, Antonio Beltrán Marí , todavía en una fecha tan tardía como 2001 repetía crédulamente el mito de la condena de Buffon por la Sorbonne. Nada más falso. La Historia Natural de Buffon fue un ambicioso esfuerzo por sintetizar todo el conocimiento científico de la época, en la que entre otras cosas se reflexiona sobre las semejanzas anatómicas entre simios y humanos y la posibilidad de un antepasado común. Buffon también sostenía tesis como la eternidad del Universo, la inexistencia de pruebas geológicas del diluvio bíblico o hipótesis sobre la formación de los planetas incompatibles con el Génesis. Entre los mayores admiradores de Buffon estaban los jesuitas, que dedicaron cuatro artículos (un total de 100 páginas) de su revista ‘Journal de Savants’ para elogiarlo. En octubre de 1749 el Diario publicó un análisis brillante del primer volumen de ‘Historia Natural’. Francisco Javier Clavijero , jesuita y científico mexicano del siglo XVIII, no oculta su admiración por Buffon, a quien llama » el más diligente, el más hábil y el más elocuente naturalista de nuestro siglo». Por otra parte el mismo Buffon admiraba a científicos católicos como el gran naturalista y sacerdote Lazzaro Spallanzani. En 1778, Buffon publicó Les époques de la nature, Buffon estudia el origen del Sistema Solar sugiriendo que los planetas podrían haberse formado por la colisión sucesiva de cometas contra el Sol. También sugirió que la edad de la Tierra era muy superior a los 6000 años calculados por el arzobispo anglicano James Ussher. Basándose en el enfriamiento de un globo terrestre de hierro fundido calculó que la edad de la Tierra era de al menos 75.000 años. Aún así el Conde de Buffon se mostraba partidario de una edad mayor sugiriendo que la corteza terrestre podría tener más de 3 millones de años de antigüedad. Mayor impacto causo la negación del diluvio universal y la afirmación de que los órganos vestigiales en los animales sugieren una evolución de las especies. Por otra parte Les époques de la nature también fue muy criticada por razones estrictamente científicas. La Sorbona mantuvo contactos directos con Buffon recomendando una aclaración de que su libro no ataca directamente la Biblia, Buffon se comprometió a imprimirla en sucesivas ediciones, pero en el último momento se negó a hacerlo. Aun así, la Sorbona nunca condenó formalmente las «Les époques de la nature» ni emitió ninguna censura contra Buffon.El propio Buffon se jactaba de que tenía el apoyo de 115 teólogos de la Sorbona (de 120) e incluso resulto alagado por los elogios de la Facultad de Teología.Por último y volviendo a Erasmus Darwin no esta más de recordar esto; Cuando el abuelo de Darwin, alababa la Hispanidad https://somatemps.me/2017/10/17/cuando-el-abuelo-de-darwin-alababa-la-hispanidad/ vía @hisomatemps
Otro gol en favor de Rawandi. Se lo ve sólido.
Un artículo precioso, Paco. Qué gozada.
Me ha encantado. Y tomo nota de algún que otro libro 😉
Muchas gracias 🙂
Muchas gracias, Dani 🙂
Todos los puntos de vista deben ser considerados porque no es un tema sencillo y tiende a herir susceptibilidades.
Lo que quisiera es introducir un concepto que no encuentro que haya sido mencionado y creo que es impotante.
En el siglo XVI era perfectamente aceptable un divorcio total entre física y matemáticas. Hoy es impensable semejante pensamiento, pero en aquella época era válido y la fórmula era decir «para cubrir las apariencias».
La tierra está en el centro del mundo y los planetas giran a su alrededor, esa es la realidad física incuestionable tanto para la iglesia católica como para la protestantes.
Las matemáticas de Copernico (que las desarrolla a partir de suponer un modelo heliocentrico) ofrecen mejores resultados y entonces se permite enseñarlas bajo el velo de que son solo un recurso matemático.
Esencialemte es lo que hizo Ossiander en el prefacio, dice que son solo un manejo matemático que de ninguna manera representa la realidad física.
Dicen los que saben que Copernico jamás hubiese permitido semejante prefacio, pero no es seguro siquiera de que se haya enterado del cambio.
La iglesia católica lo acepta en esos terminos, pero en 1616 lo prohibe en el marco del enfrentamiento con el protestantismo, donde cada lado trataba de ser lo mas estricto posible con el texto biblico
Sólo un apunte al respecto. Decir que el interés de la Iglesia en general, más allá de que el centro del universo fuese el Sol o la Tierra, era sostener el aristotelismo como la doctrina verdadera. Desde que Tomás de Aquino llevase a cabo la gran síntesis aristotélico-cristiana, las tesis de Aristóteles quedaron imbricadas con las de la propia Iglesia, y entre ellas, la concepción de que la Tierra era el centro inmóvil del universo.
En realidad la Iglesia ayudó a la astronomia heretica : “La Iglesia Católica ha dado más apoyo financiero y social al estudio de la astronomía por más de seis centurias, que ninguna otra institución en el mismo tiempo, y, probablemente, que todas las instituciones juntas; esto ha sido desde la Baja Edad Media hasta la Ilustración”.
Con esta afirmación contundente, J.L Heilbron comienza su libro sobre el uso de las catedrales como observatorios de astronomía (The Sun in the Church. Cathedrals as Solar Observatories. Harvard University Press, 1999). Heilbron, profesor de la Universidad de California Berkeley, y autor de numerosas obras de divulgación de historia de la ciencia, cuenta (página 4) que el libro se originó en su mente durante la visita a cuatro catedrales italianas y una francesa, donde hace siglos que estaba instalado un “heliómetro” (instrumento para observaciones solares, como veremos). Impresionado por los edificios y su diseño coordinado con los heliómetros, decidió estudiar la época.
Heilbron recuerda que la astronomía es una ciencia estratégica: fue la primera ciencia moderna en aparecer, seguida por la mecánica: un paso clave en el progreso de la ciencia, dentro del cual la Iglesia tuvo un importante papel.
How the Church Aided ‘Heretical’ Astronomy http://nyti.ms/1Q7FExp