Sobre un espolón rocoso de la ribera del Danubio se eleva la abadía de Melk, famosa por haber servido de escenario a El nombre de la rosa, la conocida novela de Umberto Eco. Realmente la novela transcurre en un monasterio inventado por Eco, pero la acción gira en torno a un manuscrito del siglo XIV cuyo autor, Adso de Melk, vivió en el antiguo monasterio benedictino de Melk, destruido durante las invasiones turcas y reconstruido posteriormente en su actual forma barroca. La abadía de Melk es una de las obras cumbres del barroco europeo, obra iniciada en 1702 por Jakob Prandtauer y continuada por Josef Munggenast tras la muerte del primero en 1726.
La biblioteca de la abadía es una de las más suntuosas de Austria, cuenta con 85.000 volúmenes y 1.200 manuscritos de los siglos IX al XV. Quizás los objetos más interesantes para los aficionados a la astronomía sean la pareja de globos, uno terrestre y otro celeste, de 1670 obra del cartógrafo veneciano Coronelli. El globo terrestre permite adentrarnos en los conocimientos cartográficos de la época. Se puede ver que el sudeste asiático está representado con mucho más detalle que el área de California y nuevo México. No en vano las rutas comerciales a las islas de las especias eran la base del comercio de la época.
Vincenzo Maria Coronelli nació en Venecia el 16 de agosto de 1650. Tomó los hábitos como franciscano en su ciudad natal, viviendo en San Nicolo della Lattuga (de 1665 a 1671), en Santa Maria Gloriosa dei Frari (de 1671 a 1674). En 1673 recibió el doctorado en Teología en el Collegium Santo Bonaventura de Roma. A pesar de sus actividades religiosas alcanzó la fama por su excelente habilidad como fabricante de globos, cosmógrafo, cartógrafo y enciclopedista.
En 1678 creó dos magníficos globos de 175 cm de diámetro para el Duque de Parma que atrajeron la atención de embajador francés. En 1681 se trasladó a París, donde residiría por espacio de dos años convirtiéndose en geógrafo real del rey Luis XIV y fabricando una hermosa pareja de globos de 384 cm de diámetro que se exhibe actualmente en el Palacio de Versalles. Su fama se extendió por todo el continente y en los años siguientes trabajó en distintas cortes europeas fabricando globos y escribiendo libros sobre cartografía y geografía.
Coronelli volvió a Venecia en 1705 donde fundó la primera sociedad geográfica del mundo (la Accademia Cosmografica degli Argonauti) y disfrutó del puesto de cosmógrafo de la República de Venecia. También publicó los primeros seis volúmenes de la primera enciclopedia en la que los artículos aparecían en orden alfabético, labor que nunca llegó a completar. Murió en Viena en 1718.
En la actualidad se conservan muy pocos globos de Coronelli. De vez en cuando aparece algún ejemplar de su Libro dei Globi, que incluye láminas impresas con los husos necesarios para la fabricación de los globos. Se estima que durante su vida Coronelli grabó por sí mismo más de 400 mapas.
Se conservan globos de Coronelli en diversas bibliotecas de Francia e Italia, pero el mejor lugar del mundo para conocer la evolución de los globos es un pequeño museo poco conocido de la capital austriaca: el Globenmuseum.
El museo de los globos se encuentra en el Palacio Mollard y forma parte de la Biblioteca Nacional de Austria. Se trata de la única institución del mundo dedicada al coleccionismo, estudio y presentación de globos terrestres y celestes; de globos de la Luna y otros planetas y de instrumentos de los que forman parte los globos (planetarios, telurios y lunarios).
El museo consta de un área de exposición donde se exhiben la mayor colección pública de globos del mundo y otros instrumentos relacionados. Completan el edificio una zona de almacenamiento y un área de estudio.
Actualmente la colección consta de más de 420 objetos, destacando los anteriores a 1850.
Historia de los globos
Los globos se conocen desde la antigüedad. Alrededor del 360 a.C., Eudoxo de Cnido describió el modelo del actual globo celeste. En el Museo Nacional de Nápoles se conserva una estatua del siglo II conocida como Atlas Farnesio que sostiene sobre sus hombros un globo celeste confeccionado a partir de las observaciones de Hiparco según ha demostrado un reciente estudio.
Se conservan globos celestes de la época romana, uno de ellos es el denominado Globo celeste de Mainz, del que el museo exhibe una réplica, fechado entre 150 y 200 a.C. La tradición fue continuada por los árabes, el más antiguo de los cuales fue creado alrededor del año 1085 en Valencia.
Hasta finales de la Edad Media no se recuperó la idea de que la Tierra es esférica. Se conservan muy pocos globos del siglo XV, el más antiguo de ellos es obra de Martin Behaim y data de 1492, su representación cartográfica representa el conocimiento geográfico anterior a los viajes de Colón, John Cabot y Amerigo Vespuccio.
Tras los grandes viajes de los descubridores, creció la demanda de globos terráqueos, en el siglo XVI comenzaron a fabricarse en serie. Un ejemplo de estos son los globos confeccionados en el taller de Johannes Schöner (1477-1547) en Nüremberg. A partir de mediados de siglo, los globos suelen fabricarse en pares, uno terrestre y otro celeste, con el mismo estilo, diámetro y montura. En el museo se conserva uno de estos pares creado por Gerard Mercator (1512-1592), uno de los grandes cartógrafos de su época y de cuyo nombre deriva la proyección utilizada más frecuentemente en los mapas actuales.
A partir del siglo XVII y gracias a los nuevos descubrimientos y a la revisión crítica de las tradiciones antiguas, los mapas empiezan a ser más fieles a la realidad. Los globos terrestres de esta época muestran costas e islas desconocidas con anterioridad. Los globos celestes muestran nuevas constelaciones descubiertas en el transcurso de los viajes por los océanos del hemisferio sur.
En esta época también cambia el significado de los globos; por una parte la expansión marítima europea, particularmente desde el punto de vista económico, propicia un mayor interés por la geografía y por la astronomía. Empieza a emerger un mercado para la venta de globos. Los principales centros de fabricación se encuentran en Holanda, Inglaterra e Italia.
En el siglo XIX se introducen una serie de mejoras en los globos, se perfeccionan las representaciones cartográficas y no sólo se conocen ya todas las costas, sino también el interior de los continentes.
Los globos celestes empiezan a reflejar mejor la realidad, en lugar de representar figuras de constelaciones con un gran colorido muestran líneas simples que unen las posiciones de las estrellas.
A mediados del siglo XIX se acaba con la tradición de fabricar los globos en parejas, los globos celestes dejan de fabricarse con la frecuencia de antaño y son los terrestres los que acaparan el mercado. La producción en masa permite que en cada escuela haya un globo y la litografía a color supone un avance que facilita la fabricación: los globos ya no se tienen que pintar a mano.
Durante el siglo XX los globos terrestres pasan a ser un objeto educativo de uso cotidiano y se fabrican a gran escala. Después de 1900 se fabrican muy pocos globos celestes, pero como consecuencia de los conocimientos aportados por la exploración espacial aparecen en el mercado una nueva gama de globos que representan la superficie de la Luna y de otros planetas.
La última novedad en este campo ha sido la introducción de los globos digitales virtuales. En este sentido, Google Earth ha supuesto una revolución en Internet, facilitando en gran medida la localización de elementos sobre la superficie terrestre.
Globos lunares y planetarios
La invención del telescopio permitió una observación más precisa del cielo estrellado y de la superficie de los cuerpos celestes, especialmente de la Luna. El resultado de estas observaciones se registraba en mapas. La idea de crear globos lunares es antigua, hay noticias de que antes de la primera mitad del siglo XVIII se había fabricado un globo lunar, pero no ha llegado ninguna prueba hasta nuestros días.
En 1750, Johann Tobias Mayer (1723-1762) escribió y publicó un librito sobre la fabricación en serie de «esferas lunares».
El globo lunar más antiguo que se conserva data de 1797, su autor John Russell (1745-1806) fabricó algunos ejemplares mediante husos grabados. La fabricación en serie de globos lunares a partir de husos impresos fue iniciada por Josef von Riedl (1786-1856) quien colaboraba con Franz Schöninger, propietario de una fábrica de globos en Viena. Actualmente los globos de Riedl son una rareza muy codiciada por los coleccionistas.
Entre los globos lunares antiguos más interesantes del museo se encuentra el ejemplar diseñado por el astrónomo y divulgador francés Camille Flammarion (1842-1925) fabricado en París en la década de los ochenta del siglo XIX y que en la parte correspondiente a la cara oculta de la Luna ofrece un listado de formaciones lunares.
Las misiones lunares rusas y estadounidenses provocaron un boom en la fabricación de globos lunares. La sonda soviética “Luna 3” fue la primera en enviar a la Tierra imágenes de la cara oculta de nuestro satélite en octubre de 1959. En el museo se exhibe un globo lunar ruso de la época que muestra estos datos, aunque es incompleto ya que la sonda no cartografió toda la cara oculta.
La muestra de globos lunares y planetarios se completa con modelos de Marte, entre los que destacan los modelos de Flammarion y Eugene Michael Antoniadi (1870-1944), de Venus y de Mercurio.
Otros instrumentos
El estudio de los globos no se limita a los globos terráqueos, celestes o planetarios, también se centra en los instrumentos relacionados con los globos como, por ejemplo, las esferas armilares o instrumentos de los que los globos son un componente: planetarios, telurios y lunarios.
Las esferas armilares se utilizan como modelos para explicar los distintos sistemas que explican los movimientos celestes. En el museo destaca una pareja de esferas armilares, una heliocéntrica y otra geocéntrica, de 30 cm de diámetro creadas en Viena por Andreas Spitzer en 1764.
Los planetarios son modelos mecánicos de nuestro Sistema Solar que representan al Sol y a los planetas moviéndose en sus órbitas, algunos incluyen también algunas lunas de los planetas.
Los telurios son un instrumento de enseñanza utilizado para mostrar los movimientos de la Tierra alrededor del Sol, así como el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra. En el centro se sitúa una vela que representa el sol. Un espejo cóncavo enfoca la luz de la vela, al girar la manivela un mecanismo hace que la Tierra gire alrededor del Sol y un modelo de la Luna gire a su vez en torno a la Tierra. Utilizando este instrumento en una habitación oscura se pueden explicar los eclipses de Sol y de Luna y otras peculiaridades del movimiento de la Tierra, como las estaciones. Los telurios fueron un elemento común en las universidades a finales del siglo XIX y principios del XX.
En la muestra se exhiben globos muy curiosos, como los modelos inflables del siglo XIX y unos modelos plegables que constan de seis husos plegables de cartón y que se despliegan mediante una cuerdecita para adoptar la forma de una esfera. Estos globos se fabricaron alrededor de 1820 primero en Viena y luego en Graz.
El Museo de los Globos de la capital austriaca es único en su categoría y sólo por eso merece una visita. En su interior podremos conocer además la evolución de la cartografía, saber cuáles han sido las constelaciones que desaparecieron del cielo y disfrutar de una preciosa colección de objetos que aúnan arte y ciencia a partes iguales.
Si te interesan los globos, tanto celestes como terráqueos, tienes una interesante colección virtual en esta página: http://chartae-antiquae.cz/en/globes/34514
Bibliografía:
Star Maps: History, Artistry and Cartography. Nick Kanas. Praxis Publishing, 2007.
The Globe Museum of the Austrian National Library. Jan Mokre.Allmayer-Beck, 2006
Muy informativo el artículo, gracias. Yo he visitado el museo, y me pareció muy interesante, pero ahora siento que lo hubiera apreciado más tras leer tu texto.
Por cierto, en el mismo edificio está el museo del esperanto, otra pequeña joya para quien tenga intereses culturales amplios, y estando en Viena no se quiera limitar a ver los vestidos de Sissi
Muchas gracias, Toño. Efectivamente, el Museo del Esperanto, que no sólo se dedica al lenguaje de Zamenhof, sino a otros proyectos de lenguaje construido como interlingua o ido.
Lo mismo me ha pasado a mi, muy buen texto, me hubiese encantado leerlo antes de ir, aunque en mi caso, ley de murphy mediante, cuando fui, la exposición estaba cerrada y solo pude ver los globos de Coronelli (muy impresionantes dicha sea la verdad) en la propia biblioteca.
Habrá que volver…
Magnífica nota y fotografías como siempre paco, gracias por ellas.