Marte, historia de un sueño

Por Paco Bellido, el 11 octubre, 2020. Categoría(s): Historia ✎ 5

Marte es en estos momentos el astro más llamativo del cielo de medianoche, su favorable declinación y una magnitud de -2,6 nos están permitiendo verlo buenas condiciones, tras esta oposición habrá que esperar hasta 2035 para disfrutar de unas condiciones así de favorables.

Desde la Antigüedad, Marte ha sido un planeta misterioso, un planeta que noche a noche avanzaba de oeste a este para, de repente, cambiar su dirección durante unos meses y luego volver a retomarla. Plinio el Viejo, el filósofo romano que murió en la erupción del Vesubio por querer observar el fenómeno volcánico de primera mano, llamaba a Marte «inobservabile sidus», el astro que no se puede observar, porque sus movimientos eran poco menos que impredecibles. De hecho, determinar su posición en el cielo supuso quebraderos de cabeza –literalmente– para algunos astrónomos. Se cuenta que  Georg Joachim Rheticus, uno de los discípulos de Copérnico, acabó por darse de cabezazos contra la pared al verse incapaz de calcular unas efemérides medianamente fiables.

Marte el pasado 1 de octubre. Foto: Paco Bellido

La invención del telescopio permitió el nacimiento de la areografía, el estudio geográfico de la superficie marciana. Galileo fue el primero en aventurar que Marte, dada su órbita más lejana al Sol que la Tierra, no debía mostrar fases tan claras como Venus o Mercurio, sino un disco giboso. Y, de hecho, así se lo escribió el 30 de diciembre de 1610 a uno de sus discípulos, el padre Benedetto Castelli: «… a menos que me esté engañando a mí mismo, creo que he visto que no es perfectamente redondo».

En esa época, Galileo había hecho otro gran descubrimiento que, como era su costumbre, anunció en forma de anagrama: smaismrmilmepoetaleumibunenugttauiras. Kepler reordenó las letras para formar la frase «Salue umbistineum geminatum Martia proles» (Salve, compañeros gemelos, hijos de Marte). Suponiendo erróneamente que el mensaje de Galileo se refería a dos satélites marcianos, aunque adelantándose varios siglos con asombrosa intuición al descubrimiento de Fobos y Deimos. En realidad, el mensaje que Galileo había ocultado en el anagrama se refería a Saturno: «Altissimum planetam tergeminum observavi», o sea, «He observado el planeta más lejano y tiene forma triple».

El primer dibujo de Marte del que tenemos noticia fue obra de Francesco Fontana, abogado napolitano y astrónomo aficionado, además de constructor de telescopios. En 1636 hace un dibujo en el que se observa una región oscura, durante algún tiempo se pensó que pudiera corresponder a alguna región destacada de Marte, pero vio lo mismo en Venus, así que con toda probabilidad Fontana se limitó a plasmar en papel las aberraciones ópticas propias de su aparato.

Primer dibujo del disco de Marte, Francesco Fontana, 1636

Aunque los jesuitas Riccioli y Grimaldi observaron algunas manchas durante una de las oposiciones perihélicas de Marte, fue el astrónomo neerlandés Christiaan Huyghens quien en 1659 consiguió calcular el período de rotación del planeta rojo observando el desplazamiento noche a noche de Syrtis Major, una formación que asemeja a una V oscura fácilmente reconocible en el disco marciano.

Dibujo de Marte realizado por Christiaan Huygens, donde es claramente reconocible la región de Syrtis Major.

En 1666, siete años después, el astrónomo franco-italiano Giandomenico Cassini descubrió de forma independiente el período de rotación de Marte gracias a los excelentes instrumentos creados por el fabricante romano Giuseppe Campani. Cassini fue el fundador de una de las familias astronómicas más importantes de la historia, tanto él como su hijo (Jacques), su nieto (Cesar-François) y su bisnieto (Jacques-Dominique) fueron directores del Observatorio de París. Otro destacado miembro de la familia fue Giacomo Filippo Maraldi, sobrino del primer Cassini, que realizó un notable estudio del planeta Marte a lo largo de su vida. Desde 1672 observó cada oposición marciana y realizó dibujos detallados de sus observaciones en una época en que casi ningún astrónomo se dedicaba al planeta rojo. Fue el primero en estudiar los polos, descubrió que están desplazados respecto a los polos geográficos y también registró la desaparición, a lo largo varios días de algunas formaciones, fenómeno provocado probablemente por una tormenta de polvo, durante la oposición de 1704. Esta fue la primera observación de una tormenta marciana, adelantándose casi dos siglos al estudio de la siguiente.

Marte visto por Cassini

Tras estas observaciones preliminares de Marte es en el siglo XIX cuando el estudio del planeta rojo irrumpe con fuerza en casi todos los grandes observatorios, hasta el punto de crear una fiebre marciana mundial. El primer mapa detallado de Marte es obra de dos astrónomos aficionados alemanes, Wilhelm Beer y Johann Mädler, que utilizaron un magnífico refractor acromático de 9,5 cm salido del taller del prestigioso Joseph von Fraunhofer.

Dibujos de Marte realizados por Beer y Mädler en 1830 y 1832

El jesuita italiano Angelo Secchi observó la oposición marciana de 1858 con el refractor de 9,5 pulgadas (24 cm) del Collegio Romano. Observó una gran formación triangular de color azul, sin duda Syrtis Major, aunque él la bautizó con el nombre de Canale Atlantico. Es la primera vez se hace referencia a un canal marciano, una idea que hará correr ríos de tinta en todo el mundo.

CAMILLE FLAMMARION

El astrónomo francés Camille Flammarion (1842-1925) fue una de las figuras más influyentes del siglo XIX, su obra de divulgación Astronomía popular alcanzó un éxito de ventas sin precedentes.

Flammarion nació en Montigny-le-Roi en el seno de una familia modesta. A los cinco años de edad fue testigo de un acontecimiento que decidiría su vida: un eclipse anular de Sol que pudo ver reflejado en un balde de agua. Tras mudarse con su familia a París, empieza a trabajar como grabador y, en su tiempo libre, escribe un libro sobre el origen del mundo. Un médico que lo atiende reconoce el talento precoz del joven y lo recomienda para trabajar como calculadora humana en el Observatorio de París, dirigido por el polémico Urbain Jean Joseph Le Verrier, descubridor de Neptuno.

Su trabajo en el observatorio, el cálculo del efecto de la refracción atmosférica en las posiciones aparentes de las estrellas medidas con el círculo meridiano, resulta muy mecánico y nada creativo. Sus compañeros de trabajo no muestran el más mínimo interés por la astronomía, mientras él sueña con otros mundos y sus posibles habitantes. El joven Flammarion perdió la fe en el catolicismo y abrazó las ideas del filósofo Jean Reynaud quien en Terre et ciel (1854) defendía la idea de la inmortalidad del alma, que sigue un proceso de reencarnaciones en distintos planetas donde se va perfeccionando. En la época del socialismo utópico, no resulta estrambótica la existencia de sociedades más avanzadas y justas en otros planetas. En ocasiones estas ideas buscan reconciliar la teoría de la evolución con la teología judeocristiana.

Camille compagina el trabajo en el observatorio con la escritura, plasmando sus ideas en un breve librito de 56 páginas titulado La Pluralité des mondes habités (La pluralidad de los mundos habitados) que verá la luz en 1862 y que le acarreará la expulsión del observatorio. El libro, no obstante, se convierte en todo un éxito de ventas y para la segunda edición reescribe muchos de los capítulos hasta alcanzar las 468 páginas.

A partir de entonces Flammarion publicará uno o dos libros al año, muchos de los cuales tienen un gran éxito, sobre todo su Astronomie populaire del que llega a vender 131.000 ejemplares en vida, lo que le permite despreocuparse del dinero. Las obras de Camille hacen que surjan aficionados a la Astronomía por todas partes. A finales de 1881 se funda en Jaén la Sociedad Astronómica Flammarion, decana de las asociaciones astronómicas españolas. En Francia, sus seguidores llegan a extremos delirantes, una admiradora decide legar a su muerte la piel de su espalda para encuadernar uno de sus libros y otro de sus seguidores le regala un palacete en Juvisy-sur-Orge, donde establecerá su observatorio privado. En 1882 funda la veterana revista L’Astronomie. Cinco años después funda la Société astronomique de France en la que se inscriben multitud de aficionados de todos los países. En 1900 esta sociedad contará con 68 socios españoles, entre ellos José Comás Solá y el rey Alfonso XIII.

El astrónomo y divulgador francés Camille Flammarion. Biblioteca Nacional de Francia.

El planeta Marte había sido uno de los principales intereses de Flammarion, ya en su primera obra razona que si fuera posible viajar a Marte, el viajero tendría dificultades para distinguirlo de la Tierra. En las oposiciones marcianas de 1873 y 1875 observa el planeta con un refractor de 108 mm y en 1876 traza un mapa, Carte géographique provisoire de la planète Mars, que aparecerá publicada en Les Terres du Ciel (Las tierras del cielo).

En esta obra podemos leer el siguiente párrafo en la traducción de José Segundo Flórez para la edición española publicada en 1877: “Nos hallamos allí como transportados a un mundo singularmente análogo al nuestro. Las orillas del mar reciben allí, como aquí, el eterno plañido de las olas que se estrellan y se extinguen en la playa; pues allí, como aquí, el soplo de los vientos riza la superficie del agua, dando origen a las ondas que sin cesar se suceden y se desvanecen. Si el cielo está despejado y la atmósfera serena, el espejo cristalino de las aguas refleja, como aquí, el Sol resplandeciente y el firmamento iluminado; y sin la coloración especial y la extraña forma de las plantas, fácilmente podríamos imaginar que nos hallábamos a orillas del Mediterráneo o de algún lago de nuestra linda Helvecia”.

 Cassini había observado la ocultación por Marte de una estrella de quinta magnitud, el fenómeno duró seis minutos por lo que supuso que la atmósfera del planeta rojo era muy densa. Nuevas observaciones realizadas por Herschel demostraron lo contrario. No obstante, la mayoría de astrónomos estaban convencidos de que la atmósfera marciana es muy similar a la terrestre. Flammarion está seguro de que el planeta rojo bulle de vida. Las plantas allí deben ser de mucho mayor porte, ya que la gravedad es un tercio de la terrestre.

El gran interés de Flammarion por Marte se materializa en una obra enciclopédica, La Planète Mars et ses conditions d’habitibilité (El planeta Marte y sus condiciones de habitabilidad), que es todo un compendio de los estudios de Marte hasta la fecha. El primer volumen aparece en 1892 y recopila las observaciones históricas desde 1636 hasta 1890. En 1909 publicará un segundo volumen que cubre las observaciones realizadas entre 1890 y 1900. El tercer volumen, que cubre el período entre 1900 y 1910 nunca verá la luz, ya que seguía en preparación y queda inacabado a la muerte del astrónomo en 1925.

SCHIAPARELLI Y LA OPOSICIÓN DE 1877

En la época en que Flammarion presenta su mapa de Marte ante la Academia de Ciencias francesa, el astrónomo italiano Giovanni Virginio Schiaparelli (1835-1910), director del Observatorio de Brera, realiza sus observaciones con un magnífico refractor Merz de 8 pulgadas. Schiaparelli, gran conocedor de la historia antigua, plasma sus resultados en un mapa e inventa una evocadora nomenclatura para las regiones marcianas, tomando nombres de la Biblia, del mundo clásico y de la mitología que la Unión Astronómica Internacional adoptará como oficial en 1958.

Schiaparelli había estudiado ingeniería hidráulica y arquitectura en la Universidad de Turín, pero finalmente se dedicará a la astronomía, consiguiendo un puesto en el observatorio milanés tras una estancia en Berlín y en Pulkovo. La demostración de que la lluvia de estrellas de las Perseidas está vinculada al cometa Swift-Tuttle le vale el premio Lalande de la Academia de Ciencias francesa en 1868.

Schiaparelli observa, como hiciera el jesuita Angelo Secchi años atrás, algunas líneas finas de color oscuro en Marte que parecían conectar regiones de distinta tonalidad. En total observa unas cuarenta de ellas. Siguiendo la nomenclatura de Secchi, que ya había bautizado una de estas formaciones Canale Atlantico, las denomina canales (canali, en italiano), pero siempre pensando que se trata de formaciones de origen natural como el Canal de la Mancha. En la traducción al inglés, se usa el término incorrecto, canal en lugar de channel. En inglés, canal hace referencia a una construcción de origen artificial, como el Canal de Panamá. Sin embargo, no debemos concluir que la fiebre de los canales se debió a un desafortunado error de traducción. Nada más lejos de la realidad.

Portada de La Domenica del Corriere del 28 octubre de 1900, como homenaje a Schiaparelli en su jubilación. Wikimedia Commons

Durante la oposición de 1877 tiene lugar otro acontecimiento de relevancia. En Estados Unidos, el astrónomo Asaph Hall descubre Fobos y Deimos, los dos satélites de Marte. Este descubrimiento influyó notablemente en el público, que recibió con gran interés y entusiasmo la noticia de los canales marcianos. En la época de las grandes obras de ingeniería, la noticia de una civilización marciana capaz de construir obras de tal envergadura resulta irresistible para los lectores.

Durante la siguiente oposición, la de 1879, Schiaparelli utiliza un filtro amarillo para mejorar el contraste y realiza medidas micrométricas de 114 puntos de la superficie marciana claramente reconocibles, entre ellas una formación de apenas medio segundo de arco de diámetro a la que denomina Nyx Olympica (Nieves del Olimpo) y que suele estar cubierta con frecuencia por un velo blanquecino. Se trata del volcán más grande del sistema solar.

Mapa de Marte realizado por Giovanni Virginio Schiaparelli durante la oposición de 1877. Wikimedia Commons

Al principio, la comunidad astronómica internacional se muestra escéptica, el prestigio de Schiaparelli es indudable, pero nadie es capaz de observar esos canales. En siguientes oposiciones, nuevos observadores confirman que han conseguido vislumbrar los canales. El 15 de abril de 1886 Henri Perrotin y Louis Tholon, del Observatorio de Niza, consiguen observarlos con el refractor de 38 cm tras varios días de intentos. En Lovaina, François Terby fue capaz de registrar 19 canales valiéndose del mapa de Schiaparelli como guía. La sugestión creaba la ilusión de los canales y algunos observadores acababan por ver “realmente” aquello que esperaban ver.

Dibujo de Marte realizado por Schiaparelli el 4 de junio de 1888 desde Milán (izquierda) y dibujo realizado por Perrotin en Niza la misma noche, una hora después. Es llamativa la coincidencia de los canales observados. (Tomado de Flammarion, La Planète Mars)

En 1882 Schiaparelli observa atónito que buena parte de los principales canales aparecen duplicados, geminados, según su propia expresión. Donde antes había una línea, ahora aparecen dos líneas muy próximas. La geminación tiene difícil explicación, algunos astrónomos apuntan a una reflexión oblicua provocada por bancos de niebla; para el divulgador inglés Richard A. Proctor se trata de un fenómeno de difracción; mientras que Flammarion, por su parte, argumenta que se trata de algún tipo de espejismo provocado por la refracción.

En las oposiciones de 1886 y 1888, Schiaparelli utiliza el nuevo refractor Merz de 19” (49 cm), instrumento de mayor potencia pero que adolecía de una notable aberración cromática. Schiaparelli era daltónico, no era capaz de ver las gradaciones de colores, pero este problema lo compensaba con una notable agudeza visual. Con el nuevo telescopio la definición de los canales mejora, pero será un próspero comerciante textil norteamericano, con la colaboración de la prensa más amarilla, quien lleve la idea de los canales de Marte al extremo

PERCIVAL LOWELL

Percival Lowell (1855-1916) pertenece a una acaudalada familia empresarial de Boston. Tras pasar varios años en Japón y Corea estudiando la cultura local, en 1893 decide regresar a Estados Unidos. Una vez allí se plantea volver a hacer las maletas para pasar la Semana Santa en Sevilla, pero un hecho fortuito lo hace cambiar de parecer: su tía Mary Putnam, sabedora de la afición de su sobrino por la astronomía, le regala un ejemplar de La Planète Mars de Flammarion.

El lema de la familia Lowell era Occasionem cognosce (Aprovecha la oportunidad) y Percival se convence de que Marte es un campo de trabajo ideal para pasar a la posteridad. La próxima oposición favorable está muy cerca. Tras la búsqueda apresurada de un lugar adecuado, finalmente monta su observatorio en Flagstaff (Arizona), en un emplazamiento situado a gran altitud y retirado de la contaminación lumínica.

Mientras Schiaparelli es muy prudente y mantiene un cierto escepticismo sobre el origen de los canales, Lowell está convencido de que este descubrimiento es el más asombroso de los tiempos modernos. En sus observaciones, los canales se multiplican y se cruzan en puntos que imagina como ciudades-oasis: Marte es un planeta moribundo con construcciones faraónicas que llevan agua desde los polos hasta las tórridas zonas ecuatoriales. Los canales que se ven al telescopio obviamente no pueden ser vías de agua, ya que su anchura en tal caso debería ser enorme para ser visibles desde la Tierra. Lowell está convencido de que se trata de regiones agrícolas regadas por estos conductos.

Percival Lowell en su observatorio de Flagstaff. Wikimedia Commons

Astrophysical Journal rechaza una y otra vez los artículos de Lowell por su incapacidad manifiesta de diferenciar las observaciones reales de las hipótesis. Sin embargo, hay otros medios bien dispuestos a dar a conocer sus ideas, especialmente la revista The Atlantic Monthly. Lowell reúne sus ideas en tres libros, Mars (1895), Mars and Its Canals (1906) y Mars As the Abode of Life (1908). Lowell consigue cientos de seguidores que abarrotan sus conferencias o que le piden consejo, como un distribuidor de materiales de construcción de Delaware interesadísimo en conocer los detalles técnicos de los canales marcianos.

La ciencia, por su parte, va reuniendo pruebas que no respaldan la idea de un mundo civilizado en Marte. En 1894, W. W. Campbell comprueba que el espectro de Marte es similar al de la Luna, no hay rastro de vapor de agua. Es un varapalo para la teoría de Lowell y no será el último. Los astrónomos ingleses Edward Maunder y J. E. Evans realizan un experimento donde piden a unos niños de la escuela del Royal Greenwich Hospital que reproduzcan un dibujo de Marte que colocan a una gran distancia. Los resultados no dejan lugar a dudas, buena parte de los niños dibuja canales inexistentes, el ojo simplifica las gradaciones de color sutiles poniendo líneas donde no debería haberlas. Por su parte, Alfred Russell Wallace, pionero de la teoría de la evolución, publica Is Mars Habitable? (1907), donde expone que la temperatura del planeta rojo puede estar por debajo del punto de congelación del agua, los polos estarían formados por hielo de CO2 y no de agua. Además, si la temperatura fuera tan cálida como sospechaba Lowell, toda el agua de Marte desaparecería por la evaporación.

Globo marciano realizado por la artista danesa Emmy Ingeborg Brun (1872-1929) según los planos de Percival Lowell. (Foto del autor)

A pesar de las fundamentadas críticas de Wallace, la idea de una civilización marciana resulta muy atractiva para el público. El escritor H.G. Wells publica en 1898 La Guerra de los Mundos, donde describe una invasión de la Tierra. Los marcianos entran en la Ciencia Ficción por la puerta grande.

Portada de la revista The Electrical Experimenter, donde se puede ver la imagen de un canal marciano. (Archive.org)

ALÓ, MARTE

En la oposición de 1890 James E. Keeler, astrónomo del Observatorio Lick, observó junto al terminador marciano unas zonas brillantes, similares a los picos iluminados que a veces se ven en el lado de sombra junto al terminador lunar. Probablemente se tratara de nubes altas que reflejaban la luz solar, pero para la prensa de la época era la prueba inequívoca de que los marcianos estaban haciendo señales a la Tierra. El astrónomo francés A. Mercier cree que los marcianos envían señales como respuesta a las luces eléctricas que iluminan la Exposición de París. Por ello propone utilizar la Torre Eiffel para enviar un mensaje de vuelta y, llevando la idea más allá, plantea llenar de espejos una montaña.

Por su parte, una acaudalada viuda admiradora de Flammarion, Anne E. Clara Goguet, decide organizar un concurso en colaboración con la Academia de Ciencias francesa para premiar con 100.000 francos a la primera persona capaz de comunicarse con un planeta o estrella y recibir respuesta en el plazo de una década. El premio se había creado en honor a su hijo, Pierre Guzman, aficionado a la Astronomía. En plena fiebre de los canales marcianos, el planeta rojo quedaba expresamente excluido del concurso, comunicarse con los marcianos parecía algo muy fácil y se daba por hecho que iba a ocurrir en poco tiempo.

A principios del siglo XX se conjeturó acerca de la comunicación mediante señales de radio y numerosos científicos propusieron sistemas, entre ellos Tesla (1901) y Marconi (1919). De hecho, Tesla envió una carta a la Academia de Ciencias francesa reclamando su derecho al premio Guzmán, aunque al parecer la carta nunca llegó a su destino. Durante la oposición de 1926 el astrónomo David Todd intentó establecer contacto por radio con Marte, para ello organizó sesiones de escucha de ondas de radio. Los resultados fueron negativos, pero hubo intentos de contacto mucho más rocambolescos.

En pleno apogeo del espiritismo, por toda Europa y Estados Unidos aparecieron médiums que afirmaban comunicarse con habitantes de Marte mediante escritura automática, viajes astrales o telepatía. El propio Flammarion fue un defensor convencido del espiritismo durante toda su vida. Los médiums más famosos de finales del siglo XIX aseguraban haber establecido comunicaciones interplanetarias. En Suiza, Hélène Smith, procedente de una respetable familia de Ginebra, afirma comunicarse con un ser de Marte en sus sesiones espiritistas. Llegó hasta el punto de crear un idioma marciano con escritura, sonidos y gramática que, tras un análisis lingüístico, resultó no ser otra cosa que una versión modificada de su lengua materna, el francés. Théodore Flournoy, profesor de Psicología de la Universidad de Ginebra, estudió su caso. Hélène consideró que su escepticismo era una traición y dejó de colaborar con él. Sara Weiss fue una autora americana que publicó dos libros sobre sus viajes astrales al planeta rojo, Ento, en lengua marciana: Journeys to the Planet Mars (1903) y Decimon Huydas: A Romance of Mars (1906). En estos libros se cuenta lo que se especula en la prensa del momento, que la civilización marciana está llevando a cabo inmensos proyectos de irrigación del planeta con obras colosales de ingeniería.

Escritura marciana e imagen de habitantes de Marte realizados por la médium Hélène Smith. (Wikimedia Commons)

 

EL FINAL DE UN SUEÑO

En la oposición perihélica de 1894 Edward Emerson Barnard no consigue divisar ningún canal con el telescopio de 36” del Observatorio Lick, y ello, a pesar de unas excelentes condiciones atmosféricas. Los cuidadosos mapas marcianos realizados desde el Observatorio de Meudon a principios del siglo XX por el gran observador Eugène Antoniadi, defensor antaño de la existencia de los canales, ponen punto final al sueño de los canales.

Acabar con las ideas erróneas de Lowell no fue fácil y tuvo como efecto indeseado que parte del público perdiera la confianza en la investigación astronómica. No cabe duda de que las hipótesis de Lowell y Flammarion habían calado hondo en el imaginario popular. Las novelas de marcianos, como la serie de John Carter de Edgar Rice Burroughs, también autor de Tarzán, siguieron teniendo una gran acogida durante décadas. A fin de cuentas, Marte ha sido un reflejo de las aspiraciones y miedos de la Humanidad y ha tenido un papel único en nuestra cultura colectiva. Y es que, como acertadamente señalara Ray Bradbury, “Marte es un espejo, no un cristal”.

BIBLIOGRAFÍA

BELLIDO, Paco. Marte, el planeta soñado. Astronomía Digital, n.° 20. PDF disponible aquí.

BELLIDO, Paco. Marte imaginado. Revista AstronomíA nº253-254 (Julio-agosto 2020)

 



5 Comentarios

  1. Un artículo fascinante. Según la Wikipedia, Syrtis Major es el primer accidente geográfico descubierto en la superficie de otro planeta.

    Tanto Wallace como Flammarion eran defensores del espiritismo que habían renegado del cristianismo. Esto significa que ambos científicos seguían compartiendo con los cristianos la idea esencial del animismo, a saber: la inmortalidad del alma, o sea, la creencia de que existe un elemento animador imperecedero que puede alejarse del cuerpo corruptible.

    1. De hecho, Flammarion fue muy amigo de Allan Kardec y, además de sus libros de popularización astronómica, dedicó varios volúmenes al espiritismo, las casas encantadas y los fenómenos paranormales. También algunos como Lumen y Urania donde mezcla sus dos intereses. El espiritismo fue una moda a la que no fueron ajenos algunos científicos de renombre que se dejaron embaucar por médiums y charlatanes que conseguían pingües beneficios en sus sesiones.

      1. Los científicos, siendo escépticos como son, o deberían ser, en ocasiones resultan embaucados por este tipo de gentes. Una de las razones es que solemos pensar que el talante de los demás es el propio y se encuentran incapaces de procesar el altísimo nivel de deshonestidad de estos timadores. Cuando vemos un show de magia e ilusionismo, los que tenemos un tiempo viendo a los magos sabemos que cuando dicen «una barra de hierro perfectamente sólida», «un miembro del público elegido al azar», «hemos convocado a un marinero para que ajuste estos nudos», «un candado comprado en una tienda cercana» y frases por el estilo son brutalmente deshonestos, sencillamente les seguimos la corriente porque queremos maravillarnos y sabemos que los magos en realidad no tienen ningún poder sobrenatural. La barra de hierro no es tan sólida o no es tan de hierro, el miembro del público elegido al azar suele ser un actor pagado, y el marinero es un colaborador del mago, etc.
        James Randi, que buena parte de su vida fue mago y desde hace mucho tiempo se dedica a desenmascarar a personas que afirman tener poderes ha dicho sobre personas como Uri Geller que en general se muestran muy confiadas al mostrar sus habilidades ante un grupo de científicos pero que se muestran incapaces de replicarlas (o directamente se niegan) ante una audiencia de magos profesionales.

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Por Paco Bellido, publicado el 11 octubre, 2020
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